Carlos Uzcátegui
Bogotá 11 de Noviembre de 2023
Para Maora, quién trajo la magia. Cleptómana de mi realidad de niño, sembró la fantasía. Mientras llegaba la vida.
Después de concluída la creación, los sentimientos empezaron a buscar su espacio dentro del recién creado universo. La tarea no era fácil, todos eran desconocidos, hasta para ellos mismos…
En la noche del octavo día , ya estaban creadas las musas del arte, cuando un sentimiento errante, originado desde el mismo corazón de quien hizo tan perfecta obra, se sintió vacío, en medio de tanta belleza, se trataba de el Amor.
El Amor comenzó a errar por el mundo recién creado, sentía alegría y tristeza por su soledad, pero se sabía joven para llorar por lo que aún no conocía.
Sabía que estaba hecho para lograr lo más grande del futuro, Dios lo dijo al momento mismo de su creación: “En honor a ti he creado al hombre, a todas las especies, al mar, las nubes, los árboles, la tierra, las montañas, lo bueno y a veces lo malo se hará en tu nombre”
Todo de aquí en adelante será consecuencia de las cosas que en nombre de el Amor, serán hechas por el hombre hasta el fin de los tiempos.
El Amor se sintió abrumado. Era grande la responsabilidad, él sabía tan poco sobre el mundo, además descubrió una extraña sensación esa misma tarde: su soledad.
El Amor empezó a explorar el paraíso, en su volar vió dos seres, distintos al resto de los que allí vivían, estaban de pié y miraban la luna buscando encontrar algo y no sabían que era.
Se querían decir cosas y no sabían cómo hacer hablar sus sentimientos.
El Amor se sintió culpable sin saber porqué, empezó a recorrer el mundo desesperado por conseguir la manera para que aquellos dos seres construyeran un puente de plata, y lograran fundir esa mirada en un solo sentimiento.
En su carrera casi pasó de largo por el Olimpo, donde las musas conversaban sobre su futuro en el hermoso paraíso, se detuvo.
Vió a las musas del arte, en ese grupo había una especial, ella hizo detener su carrera desenfrenada, buscando lo que no sabía pero sentía.
Subió a la cumbre del Olimpo, pidió permiso, se presentó diciendo: soy el Amor, nací ayer en el paraíso, mi misión de sentimiento único y esencial, requiere una compañía especial y sé que está aquí.
Euterpe (musa de la música) , sonrojada y nerviosa, se ocultó trás la larga cabellera de Thalia. El amor agitó su alma, ella comprendió su misión a partir de ese momento: entendió su razón de ser, amar a el Amor.
Quiso Euterpe pasar callada unos momentos más, pero la presencia de el Amor hizo imposible reprimir sus palabras, melodiosamente empezó a tararear, notas sonoras en un raro y tímido: do, re, mi, fa…
La cima nublada tembló en terrible silencio , el Amor con curiosa mirada y oídos hambrientos de lo que escuchaba preguntó ¿Qué es eso? ¿Qué suena así?
Thalia, que sabía lo que habría de pasar, apartó su preciosa cabellera y dejó a Euterpe tarareando notas aún, al descubierto.
El Amor empezó a llorar de emoción ,con lágrimas desconocidas para él -fué su primer llanto- sollozando dijo : Euterpe, a partir de hoy te llamarás Música y pidió a las otras musas que fueran testigos de la boda que tomaría lugar en ese mismo instante.
Fué la única vez que el Amor dió indicaciones a la Música.
Fué la primera boda inscrita en la historia del mundo, será eterna y trascenderá más allá de la última canción de amor el día del fin.
Ellos juntos podrán enseñar a los corazones como encender sentimientos de amor.
Sentimientos que solo Dios sabe por que se apagan, y las almas luego lloran con lágrimas que queman su fé.
El Amor y la Música iniciaron su vida de esposos en romance perdurable, amable, ameno y rosado.
La descendencia de los habitantes del paraíso estaría indisolublemente atada a esta grandiosa historia.
Esa misma noche fue concebido Abel, después de sonar la primera canción de amor, cantada por las aves, inspiradas por aquella unión de el Amor y la Música.
Y se fueron haciendo cosas cada vez más extraordinarias en nombre del ellos .
Los poemas de Amor rebosaron de Música y se convirtieron en canciones.
El Amor y la Música lograron que la gente amara de distintas maneras. Y encontraron excusas para amar toda la creación.
Inventaron nuevas razones de amar y cantar, las personas amarían el pedacito de tierra donde nacieron y se crearon himnos.
Se cantaría a Dios con todos sus nombres, en todos los idiomas.
Y luego nació la música barroca, la música clásica, la contemporánea.
Se inventaron canciones para las ocasiones cargadas de emociones: canciones de cuna, para bodas, para amar al amor y para despedir la vida.
Para todo momento en la historia de los humanos, estarán presentes el Amor y la Música, indisolubles y cada vez más enamorados.
Un día en su vagabunda y dulce ociosidad, el Amor y la Música pasearon por el Caribe, celebrando lo vivido y lo que han hecho por la humanidad.
Salieron de lo hermoso y perfecto de lo clásico.
Optaron por cambiar de aire para conocer el sonido de su poesía allá en las nuevas tierras.
No imaginaron nunca lo que la magia del Caribe y su tierra teñida de palmas y reflejos de luna, habrían de hacer con la inspiración nacida de ellos.
Escucharon una manera distinta de querer el amor y de amar.
Escucharon Pedacito de Cielo de Celina y Reutilio, Virgen de Media Noche de Daniel Santos y lloraron.
Era imposible que se pudiera sumar tan sincera y genuina forma de amar, con tal sentimiento, apretado todo en una sola canción.
Quizás, quizás, quizás . Indescriptible.
Había tantos versos y acordes para tan pocas manos.
Y siguieron bailando por el Caribe y de allí fueron hasta la pampa. Descubrieron un sentimiento de fiesta triste, enamorado del amor y la alegría, atado a la vida y a los sueños, rebosante de los anhelos más profundos del alma.
La salsa, si Dios la hubiera escuchado antes, hubiese eximido a Adán del trabajo.
El mundo sería un lugar apasionado y amable.
En esta parte del paraíso se cantan boleros y baladas, se bailan salsas y cumbias, sones y vallenatos, bambucos y tangos. Suenan trompetas, tambores y flautas de pan.
Todo en el mismo momento de la noche.
Merengue en el camino y angustia en las veredas del alma.
Se reía, se bailaba, al siguiente minuto se lloraba, así es la fiesta tropical.
Eran distintos y bellos en su forma de amar, los caribeños viven el sentir en muchos colores a la vez , pensaban al verlos en su música.
El Amor y la Música estaban impactados de lo que su indisoluble unión hacía tantos milenios, había significado en los sentimientos en esa parte del mundo.
Nunca imaginaron que la consecuencia de aquella unión, aquella tarde en el Olimpo, traería tanto amor y color en la música, desde ahora predilecta por ellos, por su nota matizada, alegre, triste ,dulce y finalmente enamorada de tardes, con sombras morenas, amantes del mar.
Era la música caribe, la que vió nacer a Celia, a Héctor, a Tito y a tantos inmortales en la memoria imborrable de la vereda tropical.
La misma que reinventó el amor de las palmeras y permanecerá atenta, hasta que el ocaso de la luna azul, en la tarde de la vida de los nacidos aquí, tomen las riendas del mar.
¡Azúcar!
Entonces Yavé Dios formó al hombre con polvo de la tierra; luego sopló en sus narices un aliento de vida, y existió el hombre con aliento y vida.
Genesis 2, 7
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