In memoriam Alejandro Francisco Lares Avendaño
* 17-06-1960 + 27-03-2024
Carlos Uzcátegui
Cualquier tarde merideña era buena para conversar en la Quinta Pierina o en la cancha de tenis de la Universidad. Alejandro y yo fuimos mejores amigos desde siempre, amigos del colegio desde primaria, vecinos de la cuadra.
Fuimos cómplices de muchas travesuras ,estudiamos juntos , íbamos de fiesta, íbamos a los toros y saliamos a las discotecas.
Hablé con él hace unos dos meses, paseamos por la vida. Recordamos los días claros bajo el sol de los venados.
Se revuelven tantos recuerdos de la vida, solo aquellas montañas que tanto queremos recuerdan todas esas historias.
Sacamos contabilidad de muertos y vivos cómo se va haciendo costumbre cuando ya uno ve a la muerte como un hecho recurrente en su entorno de afectos.
Actualizamos el cuaderno de muchos años pendientes de historias pequeñas de vida, hijos, nietos y amigos.
Recordamos la aventura de rescatar a Creta, una tarántula que tenía a escondidas en un acuario, que un día escapó y se escondió en la sala de su casa.
Nos paseamos en recuerdo, el viaje al colegio San Luis, llegando en el Cadillac 59 de doña Pierina, con Prince sentado bajo el vidrio de atrás y Carlos Alberto afanado terminando su tarea de inglés.
Arrastraba su voz de vez en cuando y trataba de sacar su mejor postura. Hicimos planes de encuentro y nos juramos el abrazo de siempre en nuestra próxima visita, que por designio mayor ocurrirá en allá en la “finca grande” de Dios.
Jamás en todos estos años de recorrido, pasó una fecha de cumpleaños de alguno de los dos sin llamarnos. Cuando su hijo mayor estaba por llegar al mundo me invitó para su finca San Eusebio, y en una tarde, filosofando sobre la vida y el nombre de los hijos, encontramos la combinación perfecta para el nombre de Alejandro Enrique.
Hoy me paseo por esos sitios y momentos donde aprendimos la vida: la Quinta Pierina , los paseos a Santa Filomena en Jají con espanto incluído, los sancochos en San Eusebio. El estacionamiento de la facultad de medicina donde a veces jugábamos, el colegio, su casa grande y cálida. Todo revivió en colores y soles en un minuto.
También ese día revivimos la aventura de aquel Diciembre del 79, nos fuimos los dos de viaje a Cúcuta, para traer los ingredientes de las hallacas familiares, esa fué la excusa. Nos quedamos en el Motel Bolívar. Salimos a parrandear la misma noche que llegamos y esa misma noche los recursos que traíamos se agotaron inexplicablemente.
Nos quedamos en el hotel sin salir, haciendo las tres comidas firmando notas del room service y viendo TV. Al tercer día mi hermano Oscar, que viajaba para Bogotá, llegó para rescatarnos. Los ingredientes de las hallacas llegaron a Mérida tardiamente el 24. Estábamos apurados por regresar.
Ya no hay más apuros Alejo, la vida te enseñó la paciencia y ya encontraste la paz . Fueron lecciones duras que aprendiste con valor para sobrevivir tantos desafíos. Tus hijos se quedan con el ejemplo de la tenacidad de un padre como pocos. Dios les dé el consuelo.
Cumplió su misión. Cumplió con su ciclo, un tanto acortado para nosotros que no sabemos de nada de los designios de Dios.
Su vida fue un viaje de grandes logros y momentos muy duros, atendiendo las fuertes situaciones que le tocó batallar con respecto a su salud. Doce años de estoica valentía, llevando una cruz pesada con dignidad de grande.
Hoy todo se borra, su presencia material por estos caminos se convierte en su alma salva, esa es la fe que todos tenemos.
Hoy solo nos quedan momentos y gratos recuerdos.
Mi condolencia especial para Adela. La recuerdo igual hoy como aquella tarde de feria, cuando se casaron, es admirable la compañera de vida y constructora de sueños que vivió con Alejandro todos estos años y que hizo una obra grande a su lado. Gracias por estar allí.
A sus hijos y nietos un abrazo con todo el cariño. Tienen madera de gente buena y fuerte.
Feliz viaje Alejandro al cielo de nuestra fé. Lo bueno ahora es que los que se van yendo ya no abandonan el grupo de WA del colegio, se quedan allí, en el grupo de todos los que un día zarpamos a esta mar embravecida y hermosa de la vida , por allí seguirás sabiendo de nosotros.
Todos te mandan su cariño, ese que supiste ganar a través de los años.
Nos quedó pendiente el abrazo aquí, ya tendremos tiempo eterno para compartir más recuerdos.
Descansa en la paz del Señor, merecido descando eterno.
Tu amigo de siempre y para siempre
Carlos
Bogotá 27 de marzo de 2024
Cuando un amigo se vaGalopando su destinoEmpieza el alma a vibrarPorque se llena de frío
Alberto Cortéz
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