Mamá

 



Bogotá 14 de Diciembre de 2023

Carlos Uzcátegui


A mi mamá la escuche rezar el Magnificat con la devoción de una hija predilecta del cielo, que solo ella podría agradecer con esa fe, forjada en todas las batallas de su vida.


Yo la imaginé vestida de reina, con su porte y su dignidad de heredera elegida, entrando por la puerta del cielo cuando los ángeles le abrían paso a su alma, bailando la Gota Fría.


Hoy la ví con sus botas de caucho y sombrero de paja enseñando a los mudos a bendecir la tierra y saciar sus potreros con agua del río.


Agua, agua , agua, clamaba mirando las montañas en las sequías de enero, adivinando en sus valles el paso de las nubes , que Dios mediante si el viento no soplaba ,dejarían su carga de agua en la tierra que cada mañana bendecía.


Con su rosario caminaba en las tardes por los pasillos de Zumba, rezando por todos. Rezó con la perseverancia del mar rompiendo sus olas en el malecón y con la fe que movía sus propias montañas.


Caminaba con la frente en alto, apoyada en su bastón de mando. Su carácter se imponía con gracia y silencio. Nunca la escuché gritar.


Cuando hablaba todos la escuchaban. Corta y certera en sus apreciaciones. Sin desperdicio en su verbo.


Sus vacas, su hacienda, su voluntariado en el hospital , la Legión de María, las reuniones de la Casa Parroquial, sus visitas a los enfermos de larga estancia, su caridad, la capacidad de escuchar a quien acudía a ella para contar sus dolores, le dieron un carisma único.


El tiempo alcanzaba para todo y para todos. Sobre todo para su fé. 


Para la gente que amaba. Supo amar al prójimo de verdad.  Amaba a sus hermanos , a sus hijos, a sus nietos. A sus sobrinos los amaba con especial afecto. De amistades selectas, entregada a ellas.


Era de esos seres que aseguraban la confidencia a los dolores contados por todos los que pedían hablar con ella,  la gente buscaba su escucha atenta y tranquila. Generosa.


El brillo de sus ojos hablaba de sus sentimientos . La gracia de los años le permitió decir sin empacho el amor que sentía por la gente de su corazón, amplio y generoso.


Mamá tenía un amor especial por la vida . Amaba la vida y la disfrutaba con intensidad a cada instante. Con todos sus colores, recitaba versículos del eclesiatés, cuando cuando los tiempos eran demandantes.


Informada , lectora de la biblia , de lo místico y de lo humano. 


Su alma mostraba alegría cantando alabanzas al Señor o Pasillaneando o la Gota Fría. Era su repertorio inmediato.


Sabía de la vida de todos y nunca la vi cometer alguna imprudencia. No la escuché hablar mal de nadie. Contaba algunos pecados pero jamás delató a ningún pecador.


Por allá por los años 70 la acompañé a una entrega de regalos de navidad para niños. Recuerdo que a un grupo de niñitas les tocó en suerte un regalo muy poco representativo. Mamá que era de carácter se indignó y las reunió aparte.  Fui con ella al centro de la ciudad a comprar unas muñequitas más dignas para el grupo de "afectadas". Me pidió que no le contara a nadie sobre eso.


Fui con ella a visitar la cárcel de mujeres , el ancianato ,la unidad de larga estancia para enfermos . La acompañe alguna vez a llevar el apostolado a los soldados del cuartel Ribas Dávila en Mérida.


Hizo el bien que tenía a su alcance, con todo lo que sabía y podía.


Disfrutó sus últimos años como la que más. Disfrutó buenos vinos y  de una mesa incomparable.


Fue una gran mecenas , apoyó muchas causas.


Nadie salía con las manos vacías de una visita a la casa.


Hoy está disfrutando su cosecha en el cielo.


Su corazón supo guardar lo mejor solo para dar.


Aprendió a crecer, ser más y mejor cada día. 


Llegó con sus dolores al cielo -también los tenía- donde estoy seguro que el Señor de nuestra fé, los abrazó como parte de su ofrenda de vida la tarde de su bienvenida.


Bendícenos desde allá donde los santos disfrutan tu risa.



Salud mamá




Bogotá 14 de diciembre de 2023












Hay un tiempo para llorar y un tiempo para reír; un tiempo para hacer duelo y un tiempo para bailar. Hay un tiempo para arrojar piedras y un tiempo para recogerlas; un tiempo para abrazarse y un tiempo para separarse. Hay un tiempo para buscar y un tiempo para perder; un tiempo para guardar y un tiempo para botar.


        Eclesiastés 3, 1-14 


 


Comentarios

  1. Gracias por compartir la historia de vida de tu mamá. Cuánto amor quedó sembrado en tu corazón.

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