45 minutos de apocalipsis - Sucedió





Bogotá , 16 de Septiembre de 2023

Carlos Uzcátegui B



Era una tarde de viernes como todas, un poco más soleada que de costumbre, de  repente el sonido de las ametralladoras tan cerca de mí se convirtió en una tormenta en la montaña, era el momento de huir. 


Versión 1  (*):


Desde hace dos días sucedían cosas extrañas en mi vecindario. Vivo en una gran ciudad pero mi ambiente es totalmente pacifico y controlado.


Cuando las cosas escapan a mi control o cuando hay cambios no anunciados me estreso con mucha facilidad.


Esta semana llegó un tanque negro en la calle de arriba de mi casa, misterioso  y desconocido. Me acerqué sigilosamente a ver de qué se trataba. No pude descifrar de qué iba, me pareció peligroso, tomé precauciones y no me acerqué más.


Este viernes mis miedos tomaron forma, lo que temía como una amenaza se estaba convirtiendo en una terrible realidad y sobrepasaría mis más profundos temores. 


Personal uniformado se acercó a la parte de arriba de la casa, lo seguí sigilosamente. En un momento desenfundaron ametralladoras y granadas. En un santiamén el inevitable y estruendoso tiroteo tuvo lugar.


Huí , pensé en lanzarme al vacío pero mi acrofobia me paralizó, decidí buscar la más profunda de las trincheras y ocultarme en una cueva nueva . Allí permanecí oculto y a salvo por unos 132 minutos después terminada la violenta y fatal invasión. 


Todo estaba vacío y oscuro al salir, no había nadie, a lo lejos escuchaba voces y llantos susurrando mi nombre por las calles escalonadas de mi ciudad.



Mi versión (la oficial):


Esta semana traje al apartamento un TV nuevo con base de pared. Lo llevé a mi habitación que queda en el segundo piso.


Solicité por internet el servicio de una empresa que instala bases de televisores, tienen personal uniformado y cuentan con el equipo necesario para llevar a cabo esta tarea .


Llegaron a la hora pactada debidamente identificados. Tommy , mi gato,  siempre nervioso con las visitas, inmediatamente se esconde bajo el sofá cuando identifica un extraño en casa. 


A lo que logra mitigar su estrés sale manso y sonriente como el carácter que pauta su vida. 


Los instaladores demoraron unos 45 minutos haciendo su tarea que incluía la perforación de cinco huecos en la pared, con un muy ruidoso taladro percutor. Terminada su tarea instalaron y probaron la TV y se fueron.


Los acompañé a la puerta. Regresé al apartamento y haciendo gala de lo más humano y niño que conservo, me fui a estrenar el sistema recién instalado. 


Claves,  favoritos , identidad y lo que la tecnología exige para saber todo sobre nosotros, incluso si nos gusta la pizza hawaiana, para poner a punto la novedosa pantalla.


Todo se conectó y funcionó. Eché de menos a Tommy, normalmente está el 99% del tiempo a mi lado. El solo duerme si yo duermo. 


Me imaginé que la visita supernumeraria de esta tarde a él lo abrumó de más. 


Cerca de las 6.45 PM  decidí buscarlo, lo extrañé. Lo busqué por todas partes, en sus escondites favoritos y no lo conseguí. Le ofrecí en canto ,sus manjares dilectos a los cuales normalmente nunca se  resiste. 


Todos los sobornos morales que pudieran llamar su atención y que conozco a la perfección, estaban incluídos en mi desesperada búsqueda. 


Vi la ventana donde normalmente contempla los atardeceres, mientras escribo fantasías, había quedado abierta, al vacío.


Esa ventana daba al tejado donde quizás algún violinista otrora, se hubiese antojado tocar alguna pieza del maestro de Paganini. 


Mi conclusión: Tommy tomó la decisión de huir, de saltar al vacio ante la amenaza del estruendoso y extraño ruido, que para él fué la perforación de los huecos para fijar la TV nueva.


Se encendieron las alarmas, puse la foto de Tommy en el grupo de WA del edificio preguntando si alguien había visto a mi noble momento de cada día, transitando los espacios del edificio.

 

César Gaviria del 5-2 dijo que lo había visto en el techo de al lado, Yolanda Díaz del 6-4 comentó que le pareció verlo en la calle. 


Tomé mi linterna y salí pregonando por las calles del barrio : Tommy , mis , mis, Tommy jamón , ven , ven, toma . Silbar como pidiendo perdón por mi imperdonable descuido. Tommy toma jamón , ven, ven. 


Buscando a Tommy con agua en el alma, en techos sin violinistas y jardines tristes en la noche.


La gente me veía y se condolía, seguían el haz de luz que alumbraba con mi linterna los techos ingleses de Chapinero. 


La esperanza vivía solo en mí.


Lo que más me pesaba era imaginarlo tan indefenso, sus tres años de vida (esta semana los cumplió) han sido a mi lado . Cómo dormiría a la intemperie, nunca la conoció, y solo duerme conmigo, bajo la cobija. No sabe que es cazar o buscar alimento.


Después de varias vueltas por el barrio me fuí resignando a su ausencia.


Imaginar su frío era lo que más me dolía.


Pensé dos cosas, la primera fue tratar de entender qué mensaje de la vida estaba oculto en la repentina pérdida de Tommy. 


Y luego me recriminé el imperdonable descuido de haber dejado la ventana abierta. 


Me pasó la película de su historia en mi vida en estos tres años.


Me arrepentí de los momentos en los que no le permití ser gato, de los manotazos que le dí en las madrugadas, cuando acercaba sus bigotes a mi cara buscando calor.


También me acordé de Dios, y su dolor al notar el extravío de una de sus ovejas. Para otro cuento completo.


Todo eso pasó por mi mente, mientras, lo imaginaba pasando frío en un techo tipo inglés de esta ciudad bella y amada, con frío no apto para gatitos como Tommy cuyo instinto desaparece, culpa de nosotros que los amamos y cuidamos como San Francisco nos enseñó.


¿Cómo buscarás calor Tommy? ¿ Quién te cuidará ? ¿ Qué  será de mi eterna compañía mientras hago los días ? ¿ Quién leerá mis manos tejer letras ?  ¿ Quién llenará de pelos mis camisas negras ?


Y empecé a sufrir  su ausencia. Llegué al edificio , pasé buscando debajo de los carros, aún tibios después de horas de trancón, pensando que ese calor le pudiera haber llamado la atención para calmar su frío perenne.


Luego subí al último piso a revisar en las matas de helecho -le encantan- a ver si estaba oculto en alguna de ellas. 


Se desvaneció mi esperanza, no lo conseguí.


Tomé valor y decidí regresar, todo estaba perdido.


Al abrir la puerta del apartamento ya dispuesto a liberar todo mi dolor , escucho un ruido extraño, venía de la cocina. Salía del motor de la nevera, era él. 


El susto de la perforación de los huecos había sido de tal magnitud, que se escondió en el motor de la nevera. 


Salió manchado de polvo, con la misma esperanza que llegan los soldados cuando ganan su peor batalla , su mirada era tierna y triste, se sintió abandonado y yo también.


Todo volvía a la normalidad para él y para mí.


Nos pedimos perdón por esta tarde, que sin querer ni saber, nos paseamos por tantas lecciones de vida. 


No suponer, fue una de ellas. Creer en la fidelidad que nos debemos y en nuestra amistad sólida y sincera. 


Entender los miedos del otro, aprender a escucharnos.


No tomarnos nada personal, nadie abandonó a nadie.


Saber que nos hemos dicho todo a través de gestos, lo que ambos somos en nuestro afecto.


No quedaría ningún sentimiento de amor oculto sin manifestar, si las cosas hubiesen sido distintas.


Para Tommy fueron 45 minutos de apocalipsis, para mí  fueron 132 minutos de corazón partido. 




PD : Prefiero ver arena regada bajo la escalera, que imaginar tu ausencia regada en mi corazón.








Toda la tristeza y los dramas que has experimentado tenían sus

raíces en las suposiciones que hiciste.


Miguel Ruiz

(Los Cuatro Acuerdos)



(*) Versión 1 narrada por Tommy.


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