Bogotá , 11 de Noviembre de 2024
Carlos Uzcátegui Briceño
Callado y reflexivo, Enrique veía la maleta cada mañana, acomodar los sueños grandes de los 27 en un empaque de equipaje , por más grande que sea no es tarea fácil.
El domingo presagiaba granizo y tormentas en Bogotá , advertencia de más frío en el alma después de la inminente partida.
El plazo venció, la hora de partir se acercaba. Los días fueron breves , sus sueños no daban paz a sus dedos apresurados tecleando planes en la nube.
La prisa por vivir parece infinita, como debe ser a esas instancias de la vida.
Lo veía cada mañana levantarse a sus meetings en línea, vestirse para el gym luego de saciarse de las proteínas necesarias, el músculo importa tanto como la vida que está despertando a la justa ambición de la juventud.
Hace poco lo preguntaba todo, pero el saber empieza a llenar espacios donde las respuestas son atendidas por la inteligencia artificial y los libros almacenados en el nuevo Kindle.
El Iphone envía notificaciones , la vida deja poco espacio para levantar la mirada, la reunión empieza en media hora.
Te volviste grande, verte así me hizo sentir nostalgia de aquellos momentos en los que la vida parecía no darme tiempo suficiente para compartir la tarde del sábado.
Me recordaste lo bueno que fueron tantos momentos y me hiciste lamentar no haberlos multiplicado cuando no sabías tanto como ahora.
Esta mañana lo vi salir en el Uber al aeropuerto, 24 kilos pesó la maleta grande, fueron medidos mil veces en el peso de vidrio , dos morrales , quince gorras , veinte franelas iguales con marcas distintas , dos suéteres y una chaqueta puesta para disminuir el peso del equipaje, finalmente marcharon juntos, mi nostalgia terminaba de llegar, después de una generosa visita de 17 días contados con dedos y vividos en emociones por segundo.
Y se marchó a seguir buscando su vida, como todos nos fuimos una vez, solo que ahora nosotros no vemos los toros desde la barrera, ahora somos toros entrados en el último tercio con ganas de gritar “no salgas al ruedo todavía” , pero sabemos que eso es inevitable.
Se marchó a encontrar lo que todos buscamos por tantos años y que no está allí donde creemos ,pero eso lo aprenderá a su manera y a su tiempo.
Por ahora la tristeza de ver alejarse el Uber cargado de equipaje y de sueños me dejó con la nostalgia de ver la maleta sobre la cama , comprimiendo recuerdos del futuro que merece y espera ,me dejó aturdido, roto el corazón.
Luego de su partida al aeropuerto fuí a misa y me encontré con la imagen de la viuda de Sarepta, la que entregó el último puñado de harina y media taza de aceite esperando en la promesa y las bendiciones de Dios a través de Elías.
En ese momento pedí a Dios por mis hijos, ellos son mi mejor ofrenda -mi harina y mi aceite- los pongo en tus manos Señor, para que los cuides ,los bendigas y los hagas hombres de bien.
Aquí estaré siempre, cuando sus sueños brillen, cuando sus sueños se apaguen por un momento , eso también pasará, estaré para soplar sobre la rodilla raspada, para derrotar molinos rebeldes, para secar lágrimas o para escuchar los monstruos partir.
Gracias por venir , por estar, por ser , por soñar, por ir de nuevo conmigo al cine a ver películas de comiquitas y llorar cuando el ganso Picobrillo aprendió a volar gracias al amor de Roz.
El año entrante esperaré ver de nuevo tu maleta sobre la cama, si puedes y Dios lo permite.
Los leños estarán encendidos esperando la vuelta, para seguir disfrutando helados de Oreo conversando contigo.
Dios bendiga a los hijos de todos.
Vive Jehová tu Dios, que no tengo pan cocido; solamente un puñado de harina tengo en la tinaja, y un poco de aceite en una vasija; y ahora recogía dos leños, para entrar y prepararlo para mí y para mi hijo, para que lo comamos, y nos dejemos morir.
Reyes 17, 12
(respuesta de la viuda de Sarepta a Elias)
P.D: Vean la película Robot Salvaje , es una nota .
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