Carlos Uzcátegui Briceño
Bogotá , 28 de Septiembre de 2024
A la pulidora de Lirio, quien murió sin la oportunidad de pensar, solo brillaba.
Morimos muchas más veces de las que contamos. Morimos a roles, a parejas, a sitios , a momentos , a creencias , morimos y seguimos con un pedacito menos de vida aquí.
La vida que a veces elegimos o la que nos toca.
Morimos como hijos cuando los padres se van, ya no somos hijos. Podemos decir que seguimos siendo hijos de nuestra fé pero nuestro rol como hijos muere cuando ellos se van.
Morimos cuando nos separamos de los sueños y dejamos que la ilusión se ahogue y ese amor que pensaste para siempre se va.
Cuando el amor se va así de esa manera.
Morimos como estudiantes, cuando cerramos el ciclo, cuando salimos del calor del aula al encuentro con la vida.
Morimos siendo niños, cuándo ese inexplicable afán por crecer, nos hace creer que somos más sabios porque ya descubrimos quien es el Niño Jesús. (Santa Claus)
Morimos a la bella ingenuidad de la infancia, cuando cesan los infinitos monólogos, llenos de preguntas, mordiendo la esquina de la cobijita, mientras vemos al pequeño fantasma en el escritorio del cuarto.
Morimos a la juventud cuando renunciamos a la locura y adoptamos la prudencia como estilo de vida. La madurez acecha, las madrugadas son para estar atentos, el mundo no soporta una locura más.
Morimos a los sitios que por alguna razón, sabemos que no volveremos, morimos a los recuerdos que se pierden.
Morimos a esos compañeros de camino que remaron contigo en algún río turbulento y que sin saber, se perdieron del GPS. No sabes como saber de ellos.
Morimos como hermanos cuando empezamos a rezar por ellos en vez de llamarlos. Cuando se convirtieron en estrellas que dejaron un boquete abierto en la carpa celestial.
Morimos a nuestra fe, cuando nos engañamos pensando que en ningún momento de la vida no vamos a necesitar acudir a Dios.
Nadie nos va a convencer de doblegar nuestra cerviz ante Él, en especial cuándo nos sentimos infalibles, reyes del mundo: imbatibles. Allí morimos de nuevo.
Lo bueno es que tenemos tiempo -algunos- de reescribir el camino y dejar en claro, que sí existe el poder de resucitar muchas cosas antes de tomar la escalera final.
Los amigos del colegio ahora están en un grupo de WhatsApp, casi 50 años después de aquella noche de grado, cuando Boada rompió la puerta de vidrio del Restaurant DaPepino en la fiesta de grado de La Salle .
Ya los roles pasaron, ya no importan, no hay necesidad de actuar. Ya sabes que el público que vale es él que vive en tu propio cuerpo, que aún desgastado, sigue siendo tu única vivienda y tu segura compañía.
Ese cuerpo es dueño de la cara que ves, con algún temor cada mañana, después de agradecer por el sol y por la vida misma, tal como es.
Los padres también resucitan en tu manera de ser , piensas ahora igual que ellos, incluso en lo que alguna vez criticabas.
Te sorprendes citándolos con frecuencia y más aún, actúas y respondes como ellos en muchas circunstancias.
La ingenuidad del niño no vuelve ,cambia, ahora tienes fe en regalos más grandes y sabes que la historia empieza a encajar con la esperanza que Dios cumpla su promesa de un mundo distinto, al final de tus días.
Y la fe regresa , ya sea porque te convenciste que no creer de nada sirvió, o porque de verdad ver morirte a cuotas en tantos eventos, abrió tu corazón y no lo cerrarás jamás a la paz que recién descubres.
Y empiezan a suceder cosas nuevas, la inspiración toma por sorpresa a tus sentimientos y quieres dejar por escrito, escuchando tu música ,intransigente amiga que se mantiene fiel a tu historia ,las cosas que ahora piensas, sientes y vives.
Es el momento de sentir más que nunca.
Ahora, sin miedo, revive lo mejor del cuaderno y date la oportunidad de dar paso a lo que está escrito en tinta roja.
El tiempo apremia.
La distancia entre los diciembres es más corta cada año, ya no contamos los días, son muy pocos ahora.
Vive la alegría de la vista de tu hijo y siente por dentro, que como a todos, le tocará vivir sus pequeñas muertes, antes de poder descubrir el rostro que ahora tu ves. No le digas nada, no lo entenderá.
Déjalos vivir, cuenta tus historias, las buenas y las malas y deja que ellos escriban su propia conclusión.
Déjalo morir por cuotas, esa será su historia. Resucitará en colores.
Ahora veo otras cosas, espero a que algún hermano o amigo venga por esta tierra para abrazarlo, no sé cuándo o si pueda sentirlo de nuevo.
Ahora pienso en lo injusto que yo pude ser tantas veces. Estoy aprendiendo a pedir perdón, incluso a mi.
He pisado muchos sentimientos en mi caminar. Estaba mirando con los codos lo que he debido tocar con el alma. Lo siento, perdón.
No quiero morir más en los sentimientos de nadie, si me es posible esa gracia, la pido de corazón.
Si hubiera entendido la vida como ahora la veo ,no hubiera permitido dejar morir tantas cosas en mi corazón.
Lo bueno y que hoy agradezco , es que tuve tiempo para pensar , para pedir perdón, para tratar de hablar con Dios y sentir sus milagros, los que me negué a ver por tanto tiempo.
Mi temprano morir por partes ahora tiene sentido. No era morir, era sentir de nuevo la vida como creo que es. Y si no es así, me da mucha paz de todas maneras.
La sombra de las risas que pasan por mi vida y que han pasado siguen allí y estarán para siempre. Quedaron en la memoria, incluso de la que no soy consciente que tengo.
Estoy agradecido por tantos momentos gratos que me hicieron reír, al compartir este camino con tantos.
Y no me estoy muriendo -eso creo- estoy saliendo a la vida con la cara renovada, que me ha permitido viajar esta gran experiencia.
La que cada día disfruto con más intensidad por cosas cada vez más pequeñas y gratas.
Morir por cuotas me enseñó a vivir.
Seguir siguiendo al corazón y coquetear con la intuiciónSeguir creciendo y esquivando las rutinasSeguir soñando en un rincón, seguir creyendo que hay un DiosQue me endereza de un tirón la punteríaY es que siempre voy detrás de lo que sientoCada tanto muero y aquí estoyBrindis , canta ThaliaLetra , Jose Adolfo Verde
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