Los molinos de mi mente

 






Bogotá 17 de Agosto de 2024

Carlos Uzcátegui Briceño


Giran de noche y de día, recuerdan la tarde de mi tiempo, cuando el amor aparecía en los  primeros cantos a la belleza, al alma enamorada del abril que llegaba.


Son tres los molinos de mi mente, el viejo es mi mejor amigo, todos giran al viento y al tiempo.


Giran con más fuerza desde que aprendí que siempre ha sido la misma tarde, la que nos ha acompañado al viento y a mi,  viajando en mis años. 


Hoy entendí que es la misma tarde que se repite sin cesar, solo cambia de traje, para que la vea distinta al rayar de las seis.


Algunas veces la tarde se vistió de luto, cuando la tierra reclamó para ella esa parte de mi corazón, que vivía en los seres que amé por derecho divino.


En otras ocasiones, esa misma tarde se ha vestido de plaza en primavera, de sol, de lluvia, de miedo ,de paz, de afecto, de impotencia, de triunfo, de derrota, de paz y de guerra. 


La esperanza es su traje mas bello.


Colores de la divina paleta.


He visto la tarde vestida de esperanza, de gloria y también la he visto teñida de azul profundo con aroma a flores blancas, viendo conmigo  la muerte de un sueño. 


En otras ocasiones, la tarde se ha vestido de silencio, para dejarme contar las vueltas oxidadas de los molinos de mi mente. 


Los molinos de mi mente no se apagan, necesitan el viento para triturar recuerdos y convertirlos en esas memorias gratas, las que se empacan, sin saber donde serán guardadas.


Esos molinos han navegado conmigo, no están anclados a la tierra. Me acompañan por todas partes. Pensé dejarlos allende la sierra, y me siguieron sin pedir permiso, donde quiera que quise aterrizar mi espacio vital.


Una vez, hace un tiempo abrí la puerta del viejo molino -estaba joven aún-  ya era mi mejor amigo y no lo sabía.


Quise escuchar el ruido de su engranaje por dentro, en aquel momento giraba rápido, no tenía ruidos que impidieran abrazarse al viento para beberse la fuerza que le daba su razón de ser: girar. 


Joven y fuerte, aún con grasa adolescente en sus ruedas, se creía  inoxidable y eterno.


Después de muchas visitas de la misma y única tarde de mi vida, entré de nuevo al viejo molino de viento, me recibió con música ronca, ahora las piezas del viejo molino crujían, querían gritarme lo bien que la hemos pasado, a pesar que algunas veces la tarde nos visitó plena de calma chicha. 


El viejo molino recordaba con  exactitud, los colores y el detalle de cada traje que la tarde vistió al final de todos los días, durante todos estos años de peregrinar.


Él también lo supo desde siempre: la tarde fue la misma desde que nos conocimos.


Él seguirá siendo testigo compartido del encuentro con la tarde: nuestra tarde.


Seguirán moliendo los granos, que habrán de ser la harina para amasar recuerdos y beberlos con el café de la mañana, si allá donde algún día iré existe el café.


Los molinos saldrán de mi vida, el día que la tarde se vista de terciopelo rosado y me deje ir a  abrazarla para agradecer su vespertina visita de tantos años. 


Y la tarde me dirá con su risa amable:  fue grato ser la tarde de tu vida, única e irrenunciable tarde, vestida de mil colores, perfumada de todas tus aventuras. 


Me dirá que me quiso advertir tantas cosas y solo el viejo molino aprendió a escuchar al viento de la tarde. 


Valió la vida ser tu tarde de siempre, me dirá con sus nubes aguadas de emoción.


Hoy saque tiempo a los poemas no escritos al viento, ese mismo que agitó las palmeras que más amé en mi vida, para ir a sentarme de nuevo a conversar con el viejo molino. 


Le confesé lo bella que es mi vida ahora que oigo con deleite la música de su crujir, su sabiduría. 


Ahora que escucho a los gatos de la cuadra, cuando vienen a la puerta de mi casa, a contar historias prescritas de la noche de ayer y los consuelo por su falta de amor.


Le conté cómo elijo en las calles, caminando con Indira, la panadería para comprar el pan caliente, el que se merece ese café recién hecho, que después promete una noche azul, saboreada con vino, para escribir un poema a la amiga eterna y segura: la tarde.


El viejo molino respondió: Mientras la tarde exista se podrán perpetrar poemas , mientras el amor y el viento apaguen el sol una vez al día y exista la promesa del regreso del viento, viviremos por siempre los molinos de la mente.


Gracias por amar tu tarde y agradecer tu viento al tiempo -concluyó el sabio molino- mientras recordaba aquella tarde en La Mancha, cuando Alonso Quijano embebido en su sueño de gloria, lo hizo incólume a los arrebatos del tiempo.


Los molinos de mi mente, que vivan por siempre.







-La aventura va guiando nuestras cosas mejor de lo que acertáramos a desear;porque ves allí, amigo Sancho Panza, donde se descubren treinta, o pocos más desaforados gigantes, con quien pienso hacer batalla y quitarles a todos las vidas, con cuyos despojos comenzaremos a enriquecer; que ésta es buena guerra, y es de gran servicio de Dios quitar tan mala simiente de sobre la faz de la tierra. 


El ingenioso hidalgo Don Quijote de La Mancha

Miguel de Cervantes 

 

 


 

 

 


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