Carlos Uzcátegui
Bogotá 10 de febrero de 2024
Quizás hace algunos años mis deseos para los amaneceres encriptados en la memoria de Dios, cuya contabilidad solo Él sabe, no me hubiesen permitido tener el corazón, para pedirle hoy a la vida: “quiero morir en Jerusalén”.
Mi dirección en Jerusalén sería Avenida Rey David , esquina Rey Salomón , interior 33.
Quiero pisar la azotea donde el Rey David sucumbió a la belleza de Betzabe.
Quiero tocar cada mañana el muro sobreviviente del templo de Salomón.
Caminar por la plaza del Candelabro de Siete Brazos del tabernáculo, antes de llegar a la farmacia.
Amanecer en la ciudad de Dios, pasear todos los domingos por Getsemaní al salir de la Iglesia.
Subir por la vía Dolorosa un miércoles de ceniza, cuarenta días antes del diluvio definitivo.
Hacer mercado cada mañana, e imaginar que el mismísimo Jesús aparezca allí para arrojar a los mercaderes de la vanidad .
Ver como rutina mientras voy al centro de la vieja ciudad, los muros milenarios de la ciudad de Dios.
Oir los cuentos de las piedras, que recuerdan los días sin miedo al futuro.
Quiero vivir en la ciudad de Dios antes de partir.
David , Salomón , Solimán todos construyeron murallas y caminos para adornar y proteger la ciudad donde subirán las tribus del Señor.
Disputada , víctima de tantas guerras, se impone altiva, valerosa como ciudad eterna, incólume en su misión de ser la ciudad donde distintas creencias del mundo, convergen a mirar al cielo y a arropar su fé, con las murallas que Dios, en su breve paseo por estas nubes, vivió en la historia de Jesús.
Quiero sentir el silencio del Shabat en el cuarto judío.
Quiero morir en Jerusalén, respirar una tarde de desconsuelo, la esperanza de Cristo al saber que al terminar la calle de la amargura, tendría al momento de su muerte, la victoria que cambiaría la historia del mundo.
Quiero tocar los olivos que lloraron aceite amargo, oyendo de lejos a Pedro negar tres veces al Dios que lo declaró piedra de la iglesia, que habría de difundir por siempre los milagros más grandes del mundo.
Quiero morir donde pueda agradecer la esperanza del porvenir , perder el miedo al tiempo, porque el hombre venció al tiempo al amanecer del primer domingo de resurrección.
Quiero escuchar el jolgorio de David , recordando su historia cómo derrotó a Goliat, el día que recibió danzando junto a 30.000 soldados el Arca de la Alianza en Jerusalén.
Quiero sobrecogerme imaginando la majestad del Templo de Salomón, en el momento que vivió toda su esplendorosa gloria.
Quiero escuchar las tardes de estudio de Saulo de Tarso antes de su conversión, en interminables conversaciones con su maestro Gamaliel, a la sombra de las inmortales murallas.
Quiero sentir de cerca la eternidad de Dios y rezar por mis nietas.
Quiero morir en Jerusalén y antes, pedir la paz a mis muertos en el Gólgota.
Quiero que la ciudad de Dios, Jerusalén, sea para todos la ciudad de la Paz y que la paz sea con todos los que soñamos morir en Jerusalén.
Quiero morir en Jerusalén porque el que muere allí, vivirá para siempre.
Este es mi deseo.
Amén.
7.¡Que la paz guarde tus muros y haya seguridad en tus palacios!"8.Por mis hermanos y por mis amigos quiero decir: "¡La paz esté contigo!"Salmo 122
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