La mamá del Emperador




Bogotá 9 de Febrero de 2024

Carlos Uzcátegui B.


La emperatriz se sentó a llorar en el Monte de los Olivos, el esfuerzo había sido vano - pensó- el viaje desde Bizancio hasta Jerusalén parecía haber sido infructuoso. Elena ,excelsa y sencilla , de armoniosa humildad, esa tarde estuvo a punto de descartar su convicción, hasta que llegó el emisario que esperó tantos años…


Opilio, miembro predilecto del séquito imperial, llegó con sus manos untadas de tierra, ahogado en emotivo llanto gritando, ¡mi señora tiene que venir , ya sin demora! No permitió hablar a la emperatriz y la llevó en agitada carrera al Gólgota, donde el emperador Adriano alguna vez mandó construir un templo para Venus.


La emperatriz conmovida por la emoción de Opilio, se levantó y tomó camino con su amigo. Era muy sencilla y solo los miembros de la corte que la acompañaban sabían sobre su rango imperial. 


Los años que vivió en Jerusalén, los vivió desde la mayor humildad y sencillez posible.


Nadie entendía con exactitud la misión de aquellos bizantinos en la ciudad de David.


Ahorraba los recursos correspondientes a su majestad y ayudaba a los pobres con su vida austera, vestía como los demás, prohibió a todos los miembros de su corte que revelasen a nadie quién era ella en realidad.


Al llegar a Jerusalén empezó a indagar sobre los sitios sagrados que fueron testigos de la presencia del Señor, ese que hizo que su fé se acrecentara después de una dolorosa separación de catorce años de su hijo, quién siendo ya emperador, fué responsable de financiar esta santa misión, que finalmente habría de expandir la fe de una humanidad por venir.


Agitada en su curiosidad, la emperatriz  llegó al sitio donde había sido demolido el templo profano, allí un grupo de excavadores acababa de encontrar tres cruces, amalgamadas por el peso del tiempo y con casi 300 años de historia y tierra sobre ellas.


La emperatriz lloraba emocionada por lo que veía, alguno de esos maderos sin lugar a dudas habría de corresponder al que soportó el peso del cuerpo de Jesucristo aquel lejano y doloroso viernes ¿ Como saber cual de ellos correspondió al Redentor ?


Todos esperaban con ansiedad la respuesta de ella. La emperatriz sabia e inundada de fé dijo: ayer viniendo de Emaús a unos seis estadios de aquí ví un paralítico, traiganlo, pidió a las personas que estaban allí. 


Si alguna de estas cruces es la verdadera, veremos un milagro hoy , aseguró.


Mientras un grupo se dirigió a cumplir las indicaciones de la emperatriz, los demás se quedaron limpiando las cruces y los clavos que habían hallado en la excavación ¿Será posible este milagro? pensaba su serenísima majestad.


Las cruces estaban ya limpias y a la espera del paralítico del camino de Emaús. Cuando llegó el invitado a ser el milagro de la Vera Cruz, inocente de su divina elección, fue colocado sobre la primera y la segunda de las cruces acostadas en el terreno que pronto habría de ser considerado como tierra santa, no sucedió nada.


Al borde de su fé , la emperatriz miró a los miembros de su séquito para que el paralítico fuese acostado sobre la tercera de las cruces del Gólgota.


La tierra se iluminó y el canto de los ángeles acompañó el glorioso momento. Dando gracias a Dios, el paralítico se levantó y se arrodilló gritando alabanzas al Señor, la emperatriz posó su rostro en tierra mientras oraba exclamaba con emoción: ¡tierra santa , tierra santa!  esta es la Vera Cruz , la Vera Cruz que vivió la gloria del Señor, mi Dios será reconocido con mayor gloria por el mundo entero.


Así el mundo podría ver y reverenciar un trozo de la sagrada reliquia, que estará presente en la fé de la humanidad por toda su presencia en la tierra. 


La Emperatriz ordenó dividir la cruz en tres partes, una de la cuales permanecería en Jerusalén, la otra sería enviada a Roma y la tercera viajaría con ella a Constantinopla.


Santa Elena de la Cruz o Helena de Constantinopla, madre del emperador Constantino, quién fue repudiada por su esposo el Emperador Constancio, se entregó durante catorce años a la caridad y a acrecentar sus nuevas convicciones cristianas. 


La fé que sembró en su hijo, hizo posible esta precoz cruzada, que significó un paso gigante para la iglesia de Cristo.


Gran parte de lo que hoy conocemos como cristiandad, se debe a su vocación y su compromiso con el Dios que ahora abrazaba.


Su misión más importante fue la de convertir a su hijo el Emperador Constantino , haciendo que éste no solo apoyara su viaje a Jerusalén (a los 76 años de edad de ella) , sino que además él propio Constantino convocó y presidió el Concilio de Nicea, que lanzaría la iglesia en una versión unificada más cercana a la que hoy conocemos, y permitirá que la misma sea responsable de proyectarse universalmente como la institución en la que se fué convirtiendo. 


Constantino acabó con la persecución a los cristianos después de casi 300 años de catacumbas y sufrimientos. 


Santa Elena, sin saberlo, fué la inspiradora de lo hoy vemos como esta gran familia de Dios en la tierra: la iglesia.


Constantino le dió legalidad romana al cristianismo, impulso necesario para convertirse luego en iglesia universal.


Santa Elena de la Cruz hizo el milagro por santa y además por ser la mamá del Emperador.


Santa Elena de la Cruz, ruega por nosotros.







Cuentos de Mantel #82


Comentarios

  1. Gracias porque con tus cuentos nos permites viajar a lugares que ni en sueños podríamos visitar.
    Gracias porque a través de estos , podemos reconfirmar nuestra fe
    Hermoso cuento !!

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