Un Café con el Sol - Cuento





Carlos Uzcátegui 


Bogotá 19 de enero de 2024


Después de vivir tantas tardes hoy me encontré de nuevo con el Sol, le pedí una cita para un café, me dijo que podíamos conversar, que él salía del  trabajo a las 6.38 PM.


Nos sentamos en el café de la esquina, estaba un poco apurado pues un nuevo amanecer esperaba al otro lado del mundo , entendí su premura, el nuevo amanecer no espera un momento de locura.


¿Con azúcar? pregunté, sin dulce respondió, tengo amaneceres urgentes que hacer para seguir iluminando milagros. 


Esperaba esta invitación de tu vida desde hace tiempo, me dijo. Te he visto reír y a veces llorar, en silencio sin que me veas, lo siento, Dios me revela cosas que prometo no contar, pero me cuesta guardar secretos.


Tenía tantas preguntas para hacerle al Sol en tan poco tiempo. Él me miraba con ternura, trataba de contener sus llamas para no calentar mis terrenales inquietudes, su seguridad me ponía nervioso.


Sorbiendo su café, se adelantó a decir, para hacerme sentir un poco mejor: todos los seres tienen este día en su vida, se llama un café con el Sol - conmigo- no se parece en nada a la cita final. Es un encuentro más profundo que el de todos los días, solo eso.


No hace falta morir para tomar este café. Pero si es importante que aprendas a vivir después de hoy, dijo.


Su sabiduría me abrumaba. Estaba con el astro rey tomando café, después de tantos años viendo su luz cada mañana y sentía que su luz había sido en vano para conocerlo un poco mas a fondo.


Mi mano sudorosa, no por sus rayos, los que en ese momento no irradiaban calor ni sensación desagradable de alguna manera, sostenía un papel con preguntas capciosas que tenía preparadas para ese día: ¿Dios existe? ¿Cómo empezó todo? ¿Hay vida en otros planetas? 


El astro me miró sonriendo, pregunta lo que desees, voy a decirte la verdad de lo que quieras en los cuatro minutos que me quedan para salir al otro lado del mundo. 


Puedes elegir entre hacerme todas esas preguntas que tienes en el papel, casi todo el mundo elige hacerlas, o dejas que yo invite el café y revele el mapa para ser pleno de hoy hasta que marches de aquí.


No asentí ni negué en principio la elección que me planteaba el Sol en ese café, único de mi vida, me tenía confundido. 


La estrella solar, conocedora de las conversaciones con tantos sabios no me dejó opción, elegí por su propuesta, el Sol sonrió, pidió una torta de amapola para compartir, agradeció mi confianza y habló:


…Todo lo que crees en tu corazón es cierto, no pidas pruebas de Dios. Agradece por la esperanza de cada mañana cuando me ves, solo el Creador autoriza mi salida, Él sabe con certeza el destino de cada rama de pasto que hoy alimentará tus ovejas. 


Sabe todo de las palmas de aceite que crecen y de los agricultores que alimentan el mundo. De los médicos que no duermen y de los ingenieros que sueñan. Lo sabe todo sobre los niños y las mamás. Sobre los abuelos y los papás.


Por eso te pido, no te afanes. Abre tus brazos y levanta tus manos. Yo estuve en el desierto viendo al pueblo de Israel, fui testigo de la lluvia de maná: no falló en cuarenta años a pesar de ellos.



Levanta tus brazos cada mañana. Donde quiera que amanezcas , quizás estás lejos de tu tierra o de tu mar. Si me miras y sientes el calor de mis rayos, estás conectado con el amor que vive al otro lado del mundo.


Dios sabe eso y debe ser suficiente para tí.


Todos los que han dejado la vida que conoces, un día se tomaron un café conmigo. Muchos no me reconocieron. 


Hay algunos como tú que me invitaron el café, hay otros que me toca obligarlos a detener su vida tres minutos antes de partir, y se queman con el café.


A ellos les toca aprender de nuevo el abecedario en muy  poco tiempo.


Agradezco tanto a quienes se atreven a compartir este café y me dejan hablar. 


No soy Dios, lo conozco de cerca. Es mucho lo que pasa bajo este cielo cada día que le puedo contar, aunque el ya lo sabe.


Todo saldrá bien, descansa en tu corazón. Lo que vendrá es mucho mejor.


Gracias por escucharme, he visto a tantos justos en estas tardes de café .


Y si solo te  queda un deseo antes de partir…pide un nuevo corazón.


Hoy mismo lo recibirás, a todos les ha pasado. 


Gracias por el café.


Y marchó con su luz a seguir pintando el mar y los amaneceres de todos los que agradecemos su luz y su calor.


Gracias por la dulzura de vivir tu calor a través de las ventanas frias de invierno. Gracias por orientar a las semillas mostrandoles el camino al cielo. Gracias por caminar conmigo cuando paseo por las tardes en el parque del laguito .Gracias por estar el día que nací. Gracias por el café.


Gracias por ese día más de cada mañana.


Gracias hermano Sol, hoy aprendí que la vida se puede entender en un café.






Mas a vosotros los que teméis mi nombre, nacerá el Sol de justicia, y en sus alas traerá salvación; y saldréis, y saltaréis como becerros de la manada.


            Malaquias 4,2 




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