Una noche fuimos 7

 




Carlos Uzcátegui B


Bogotá , 22 de diciembre de 2023



Una navidad hicimos hallacas todos. Con hojas de Quizná, hilo de la bodega de Matías, cochino de La Palmita, un novillo de la tierra de llana y unas gallinas de Zumba criadas por Don Juan.


Esa navidad hubo un pesebre gigante en la biblioteca de la cuatro, con cascada y aparición de Angel.


La mata de caucho brillaba orgullosa al ver la casa adornada con olor a las albricias que traía Felipita los 23 en la tarde. También estaba en el comedor, vigilante de la paciente cocción del ponche crema y los buñuelos beleneros la noche de los 23.


El pesebre de la casa era digno de una Basílica.  Sobrio , con desierto y cascadas. Con piezas de belenes españoles que alguna vez vinieron a Bogotá a ser restauradas en la calle 17. Luces grandes y serenas como la majestad que el mismo representaba.


Las ensaladas se aderezaban con vino español, un Valdepeñas avinagrado en su barrica de origen y que vivió gran parte de la historia de esa navidad y de muchas al lado del viejo y sonoro freezer.


Como olvidar el cabestro de hilo rojo de los camellos, comandados por los ayudantes de Los Reyes Magos.


Un árbol de Navidad hecho con un chamizo de Caparú cubierto con “nieve de yeso” que Alfredo preparaba con dedicación admirable. También él hacía velas preciosas de navidad con bases de ramos de flores y velas de colores, que derretía gota a gota con paciencia de artesano.


Esa navidad se hicieron hallacas dos veces , había un matrimonio de la tribu en Jají, el día de los inocentes.


Muchas navidades antes Javier se había ido . Regresó una noche mientras rezábamos el rosario en familia. 


Harry no iba a la casa en Navidad pero el cielo aún estaba completo, sin descosidos.


Las hallacas de factura única y secretos centenarios eran orgullo de la raza y asimilaron el gusto de ajenos y nuevos miembros de la familia que crecía.


El jamón de papá que se montaba desde agosto y mi peregrinar por las farmacias de Glorias Patrias buscando sal de Epson para que el jamón tomara su color atrayente, era toda una odisea. 


Años después en Zumba,  el noble Dandy descubrió el tesoro de papá y se lo comió en septiembre. No se hicieron mas jamones.


Y pasaron tantas navidades y se fueron sumando nuevos recuerdos a la vida, que es imposible juntarlos en pocas líneas.


Lo que si me queda hoy es agradecer a Dios por todos los momentos que el pesebre, o cualquier otro motivo nos haya permitido disfrutarnos como los siete nobles y extraños corazones que adornaron nuestros días, en tantas tardes y noches que hemos compartido, atravesando un siglo de recuerdos.


Para todos


Feliz Navidad 2023



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