Amoroso El Buey - Cuento de Navidad

 



Carlos Uzcátegui B

Bogotá 23 de diciembre de 2023


Me llamo Amoroso, voy a contar mi historia. Crecí en Belén, me hice grande y fuerte. Fui escogido para ayudar a Leví a arar la tierra. Por aquellos días había mucha incertidumbre por toda la comarca, los tiempos eran confusos.


Llegando la época de diciembre de aquel año de gracia, un día en el pesebre donde Leví mi dueño me resguardaba del frío, noté una tarde la presencia de una luz en mi entendimiento, que cambió mi vida y mi presencia en la historia para siempre.


Un ángel se acercó a mí, sin mediar palabra me hizo comprender que presenciaría el milagro más grande jamás visto por la humanidad y que solamente yo podría ser testigo de excepción,  de lo que en aquella fría noche de Belén ocurriría. 


Me hizo entender que yo estaría atento, para que el día elegido, nadie pudiera llegar a ocupar aquel pesebre, donde el milagroso alumbramiento habría de tener lugar.


Me dio una instrucción muy clara, yo debería estar delante de Ella para ahuyentar cualquier posible curioso que pasara antes del momento indicado. También la seguridad estaría a mi cargo y sería vigilante en vela de la noche de Navidad, ese sería el nombre del día.


Me sentí emocionado, también me dijo: “a partir de hoy te llamarás Amoroso” .


Fue una alegría extraña la que viví, de alguna manera ese Ángel me eligió para ser testigo del momento más importante de la historia de los humanos, además de poder darme la posibilidad de trascender por los siglos de los siglos, como aquel buey sentado y vigilante en el divino pesebre.


El día N llegó y yo estaba muy ansioso. Ese día había sido largo en el trabajo de de la tierra, preparando el arribo de la primavera, pero la expectativa de lo que solo yo sabía que esa noche sucedería me permitió llegar alerta y curioso al portal.


Era la noche elegida por Dios para la llegada al mundo de su único Hijo y yo sería testigo exclusivo, aparte de sus papás. Me sentía privilegiado.


Esa noche fue distinta a todas las que recordaré por siempre . Cerca de las siete de la noche se asomó una  pareja de jóvenes, su carisma y la luz de ella era la que el Ángel me había descrito. 


Él, con paciencia y amor acomodaba la improvisada cuna que de repente, se encontraba desarmada entre los palos que yacían en el piso del portal  ¿Otro milagro?


Se notaba que tenía maestría de carpintero , todo lo que allí consiguió encajó a la perfección. No se en que momento alguien dejó esas cosas allí.  Todo sucedía como pequeños milagros encadenados.


El establo donde he vivido en los últimos años, tenía una luz y un ambiente diferente ese día. Todo lucía igual pero no era lo mismo. Había un aire único, la paz de la bienvenida al Señor era palpable.


Cerca de la media noche, el momento crucial se hace presente. María le indica a José lo que debía hacer. Aparecieron odres cargados con agua caliente, Ella dirigía con amor y paciencia lo que José debería realizar en cada etapa del alumbramiento. La visita a su prima Isabel la había preparado para este momento.


A las 12 en punto de la noche ocurrió el milagro. Una estrella enorme se posó sobre el pesebre, el ángel que me visitó hacía apenas nueve días, llegó con media centena más de angeles cantores de coro y empezaron a entonar Noche de Paz. 


No podía contener mis lágrimas, la emoción que estaba viviendo, lo que estaba sintiendo no podría ser narrado por nadie más, sólo por este buey al servicio de Dios.


La luz de la estrella iluminó el portal por dentro y por fuera, el techo del pesebre se llenó con la presencia de los ángeles y sus voces celestiales cantando aguinaldos, llamaron la atención de ovejas y pastores de la comarca de Belén, para presenciar la llegada del Mesías. Fueron todos invitados.


Las ovejas, en organizada peregrinación caminaron a adorar al Niño que llegaba. Los pastores seguían sus ovejas esta vez confiando en ellas y en devoción de fe a esa improvisada trashumancia.


Fue una noche de absoluto amor en el establo donde nació el Redentor. Una noche donde los milagros manaban incesantes y se manifestaban en Glorias y cantos a Dios.


La música y el canto se escuchaba en toda la región. Las personas justas y de buen corazón se levantaron a  seguir la brillante estrella que marcaba el camino hacia el pesebre elegido.


En lontananza se veían tres siluetas extrañas. Eran los magos de oriente, venidos en camello, que con adornada vestimenta y cofres con regalos venían a adorar al Mesías que acababa de nacer. En el momento que se bajaron de sus camellos la estrella de Belén empezó a refulgir con más intensidad , lo ángeles cesaron sus villancicos. 


Caminando con el respeto y la majestad que el solemne momento merecía, los Tres Reyes , detuvieron su paso cuando el coro de Ángeles empezó a entonar el Aleluya , ellos se unieron al celestial cántico mientras el ángel mayor colocaba una cinta, coronando la entrada del portal, con el siguiente tenor “ Gloria a Dios en el Cielo y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad”


Los regalos que recibía el Niño de Belén eran diversos, lo reyes trajeron oro, incienso y mirra. Los pastores dejaban su mejor pedazo de pan,  media botella de aceite o plumas de pavo real,  alguna flor del campo,  y el Señor en el cielo contenía su emoción, viendo que su creación era digna de ser salvada y que el sacrificio de su hijo valdría la historia que ese día nacía para la eternidad.


Así fue la noche más gloriosa de la humanidad, que pude vivir y entender gracias a la elección que el Señor hizo del sitio donde habría de llegar al mundo su unigénito.


Fue así como este buey, sin ninguna pretensión, pasó a la historia gracias al Ángel del Señor.


Mi vida nunca más fue la misma, abandoné a Leví, seguí acompañando al Niño y a su familia hasta que tuve memoria.


Marché con ellos a Egipto y regresé. Fui vigilante y custodio de Jesús mientras tuve permiso del cielo para cuidarlo.

 

Un día salió para una boda y comprendí que allí culminaba la misión que aquella noche de la primera navidad me fue asignada.


Los años me hicieron sensible, cuando Jesús salió con su mamá esa tarde, sabía que no le vería más, lloré su partida,  entendí que su misión empezaba, aunque sospechaba su destino, comprendí que todo sería para mayor Gloria de Dios , por los siglos de los siglos.




Amoroso, el buey del pesebre.




PD : El que sale siempre conmigo en la foto es el burrito sabanero.



Feliz Navidad 




El Señor, pues, les dará esta señal: La jóven está embarazada y da a luz un varón a quien le pone el nombre de Emmanuel, es decir: Dios-con-nosotros.


Isaias 7,14


Comentarios

  1. Mis respetos!!!
    No hay duda que el Espíritu Santo inspira en ti esos versos tan llenos de sabiduría y Gloria.

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