El Río Reza Antes de Morir - Reflexión




Carlos Uzcátegui


Bogotá 20 de Octubre de 2023



Una vez estuve en el sitio exacto donde el río Orinoco y el Caroní confluyen. Hasta ese punto cada río tiene un color diferente, aguas abajo se vuelven un solo río, grande, poderoso , sabio y majestuoso, hasta morir en el mar, donde riegan la arena de su vida.


Así vamos fluyendo y confluyendo, como la corriente del río.


Entendiendo la razón de las lluvias y sequías que van sucediendo en secuencia infinita.


El pasar del río fluye como nosotros. Como la vida.


Con situaciones que merman esperanzas o a veces también, llevando sentimientos de poder, que nos hacen pasar de largo frente a la iglesia de siempre.


Con miedos encorvados, secretos que nos levantan de madrugada a pedir al cielo por un día más antes de partir.


Con alegrías que desbordan copas y risas vestidas de playa. Banquetes celebrados con vino de las bodas de Canaan.


Con recuerdos de las calles de la niñez , saboreando neblina con sal en la cara, después de jugar por las calles empinadas de cemento que miran la montaña.


Y nos llega la imagen de aquel día cuando mirabas hacia arriba y querías crecer sin imaginar que la trampa del tiempo siempre ganaba, que estás aquí, uniendo tantas aguas antes de llegar al delta.


El río ha alojado a pescadores, a lavanderas, a niños bañando su ilusión, raspando sus pies sobre piedras inmóviles, firmes, soñadas.


Ha regado la tierra y saciado la sed. Ha traído la vida, ha causado la muerte en su furia.


Ese río ha premiado con lama verde a las piedras que en su recorrido, supieron poner resistencia a su curso, las abraza, agradecido porque sabe que fueron frenos necesarios para que su ritmo redujera la velocidad de la vida en el momento adecuado.


Él  recuerda su nacimiento aguas arriba, cuando la montaña madre y sabia, inventó parir la vida, aprovechar el deshielo de la nieve derretida en su cumbre y llevarla a nacer en agua. 


Una naciente de amor que morirá logrando su anhelo de ser parte del mar, ese es su sueño, para el rio el mar será su vida eterna: ser parte de la corte de Poseidón.


Quizás somos ese río que recorriendo montañas quiso ser represado, y pudo servir. 


O el que en su recorrido se desbordó alguna vez, causó daños y robó sin saber, parte de los cultivos de seres a quien siempre ha querido ayudar.


No es una culpa, es una consecuencia. No tiene más que decir.


Somos tan parecidos a la historia del río.


Ellos tienen rangos y se sabe quien es quien en su hidraúlico y fluido saber.


El río siempre vuelve a su lecho decía papá.


El río recuerda cada mañana la naciente que aprovechó la nieve fundida para crear su cauce y su causa.


Cuando el río es joven en su recorrido, es de cauce poco profundo, desciende con velocidad. Corre riesgos. Golpea piedras.


Hasta las truchas y los salmones se oponen a sus ideas. Danzan contracorriente


A medida que avanza llega a cauces menos pendientes, amplios y más profundos. 


No está exento de convertirse en catarata o represa. Aún no sabe de caprichos ajenos.


Pasa su vida haciendo el futuro que llegará al lograr su sueño: ser el mejor amigo de Poseidón.


Cuando se siente cansado, los pescadores saben acariciar su estela de paz: pausada y profunda. El río baja la velocidad arrastrando la sal que el mar sin saber, guarda de aquellas montañas donde el río nació.


Y es allí cuando se hace suficiente su vida. Calma y amplia, antes de ser repartida en los dedos delgados del delta. 


Va muriendo lentamente, con una sonrisa que las nubes no entienden.


Su sueño al morir es llevar su sal y abrazar a su dios . Ese sueño se hace cada vez más cercano, a medida que su corazón va besando el mar.


Siente nostalgia del canto de las piedras, que rugieron en sus días tempranos, allende los andes.


Y justo antes de entregar sus aguas al mar, reza:


“Pido al Dios de los mares, me permita terminar el recorrido y me de tiempo de regresar, multiplicada por mil cada gota del agua robada por el aliento del sol, para que el mar nunca se acabe y las nubes bañen con caricias el trigo que crecerá el pan de aquellos que en las madrugadas, rascaron mi espalda con remos, para pescar en mis aguas la esperanza de los hombres aman a Dios.


Con amor y en paz.”


El río.









1.Todo tiene su momento, y cada cosa su tiempo bajo el cielo:

2.Su tiempo el nacer, y su tiempo el morir;


Eclesiastés 3,1 


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