Carlos Uzcátegui B.
Bogotá 13 de Septiembre de 2023
En la Facultad de Ingeniería Forestal de la ULA encontré el busto de un vascongado hijo de la Sierra Nevada. Como recién llegado de su propio futuro visionario y audaz, era Antonio José Uzcátegui Burguera, mi tío. Un médico que parió generaciones inolvidables, de las que regalaban flores, servían al prójimo, daban serenatas y llevaban patria en vez de sangre fluyendo por sus venas.
Fuimos buenos amigos a pesar de los 54 años de edad que nos separaban. Recuerdo una vez, teniendo yo once o doce años, me invitó a pescar truchas en el páramo de Mérida (Venezuela) .
Me recogió a las cinco de la mañana en su camioneta Ford F-100, blanca con tapicería roja. La escalada al páramo fue una clase de filosofía y me enseñó a través de refranes y anécdotas todo acerca de la maliciosa “personalidad” de los anhelados salmónidos, de su nerviosismo y me fue preparando para un eventual fracaso en la helada expedición.
Así sucedió, después de casi un día de fracasos en la aventura me dijo : Tú llegas con truchas a tu casa hoy. Paramos en la truchicultura Moconoque, se identificó y nos dejaron pasar a los estanques de ceba. Usamos las carnadas sobrantes y en menos de 10 minutos habíamos llenado varias bolsas con truchas.
Lo recuerdo sonreír con su impecable y lozana timidez, que escondía su carácter fuerte y sabio, constructor de un legado que aún trasciende.
Crucé con él la Plaza de Bolívar de Bogotá, con su impecable gabardina recorriendo un país del que fué profundo admirador, hablando de la Pola, de Santander y Gaitán.
Su mirada se perdía admirando la neblina que no se despegaba de la sabana verde ,en abrazo eterno, en los fríos amaneceres de Cantarranas.
Bolivariano de los de verdad. Sin eufemismos.
Confeso admirador de Sucre, defensor a ultranza del sueño grancolombiano.
Lo ví rezar en Zipaquirá en la profundidad de la Catedral de Sal.
Hombre de fé, culto, científico y líder, entregado a sus convicciones inapelables.
Promotor de ideales y causas que despertaron conciencia y bregaron por el futuro.
Detestaba el juego político y fué víctima de él. La ciencia y la política parecen no manejar un diálogo constructivo.
Lloró el arrebato de su maternidad -la que él mismo fundó- con el mismo dolor que se padece el extravío del más amado de los hijos.
Dígame Dr Uzcátegui, respondía en nano segundos Estela Varela, la enfermera jefe de su equipo. Nobleza impecable a prueba de fallos. Digna del líder que seguía con toda su voluntad. Omnipresente ,oportuna y eficaz como su maestro la educó.
Tenía una biblioteca impresionante. Medicina , historia ,arte y cultura entramados en estantes de madera pulida y sobria como él.
Un día me llamó, vivía a media cuadra de la casa. Al llegar me preguntó ¿A ti te gusta leer? después de mi respuesta afirmativa, me dijo: te voy a regalar la Enciclopedia SOPENA, para que la tengas en tu cuarto. Cuando salía cargado con los 10 tomos, recuerdo que mi tía Josefina Salas me dijo: caramba su tío si lo quiere, esa enciclopedia es de las favoritas de él.
Disfrutaba visitarlo, durante mi adolescencia una de cada tantas tardes, pasaba a compartir con él. Me encantaban sus cuentos e historias.
Apoltronado en el segundo piso de su casa, con el cigarro descansando sobre el cenicero de la época, un “Jaime” pintado de smoking, de hierro colado con un recipiente de cobre como bandeja.
Se paraba a buscar algún libro para leer algo que tenía que mostrar o comentar y olvidaba su cigarrillo encendido, en la bandeja del Jaime.
Había que subir la escalera de medio caracol, cuya ventana dividía en rectángulos de hierro la visual a la sierra que admiraba, para verlo, Av 4 esquina calle 34.
Fui confidente de algunas posiciones que tenía frente a la política. Severo cuestionador del entorno que se vivía en lo político en aquella Venezuela, rica y pacífica pero equivocada en su propia visión, como efectivamente la historia lo demostró.
Una de las preguntas que yo me hacía cuando lo pensaba, era como se podía conectar la ginecología y la obstetricia con su vocación “verde de verdad”, con su preocupación real sobre el ambiente y la ecocrisis que ya desde aquella época vislumbraba con inmensa preocupación.
Su carácter científico y la observación de tantos seres que ayudó a traer al mundo, le permitieron sacar las conclusiones que construyeron su nueva pasión. Los neonatos de menor peso se podrían explicar por la pobreza de los suelos donde la madre vivió su gestación.
Mala calidad de suelos, mala alimentación, bebés propensos a enfermedades o madres que no sobrevivían al parto.
Las madres que vivieron su gestación en terrenos erosionados, por malos manejos de la agricultura, respondían con exactitud su perspicaz observación.
Brillante análisis, que concluyó en su pasión por el ambiente.
Humor fino, sorna inteligente. Pocas palabras, difíciles de escuchar por su tono bajo, prudente y quebradizo, seguramente por desear que sus profecías no deberían cumplirse.
Un ser de factura única que entendió su misión precozmente y abrió saberes en seres que transformaron el mundo, gracias a su vocación de maestro con dotes de profeta de un tiempo cambiante. De una transición que afortunadamente para él, no le correspondió vivir.
Lo veo con su sombrero panamá blanco, apoyado en la baranda de madera pintada de esmalte azul de La Rendija , su finca enclavada en medio de sus amadas montañas, mirando el paisaje con sus lentes sabios y grandes, sintiendo en su piel apergaminada la razón de su pacifico andar por su historia y legado.
Historia que en esencia, trajo a salvo para el mundo millones de nuevos relatos y vidas para poblar sus andes, hoy multiplicados por el orbe.
Sus profecías sobre la globalización y la privacidad fueron preludio inimaginable para los tiempos que vivimos.
A veces pienso que él fue una versión de Moisés que trajo a miles a la tierra prometida.
Amante de la tierra y de la vida, de cuerpo fino y seco como el Quijote, lleno de la sabiduría práctica de Sancho.
Una vez de visita en la Maternidad Mérida , Estela me llevó a ver la sobria habitación de "campaña", donde pasaba sus noches de guardia y su sencillo despacho en la dirección de la Maternidad Mérida.
Hoy puedo imaginar la noche que conectó todos los puntos que le permitieron llegar a la conclusión científica, que sometió la obstetricia a la ecología, y que dará el balance necesario al ambiente de la vida.
Imagino su sonrisa solitaria, sus gafas negras y sabías también, con el cigarrillo de la victoria celebrando en silencio, su saber profundo, escribiendo historias por venir, con su pluma que ya había recorrido mundo y ahora quería cambiarlo.
Fue mi tío Antonio José, un profeta en su tierra.
Un profeta que quería estar equivocado.
A 33 años de su viaje…
Antonio José Uzcátegui Burguera
6/5/1906 - 13/09/1990
7 Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia
Mateo 5,7
Mágico. Gracias por plasmar con tu pluma exquisita varias de las historias de tu familia, que sin duda, nos llevan a recorrer el lugar mágico en dónde fueron concebidas, muy apasionantes.
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