Pero si va desnudo - Opinión






Carlos Uzcátegui
Bogotá 4 de Agosto de 2023



Desde la fábula del pretencioso emperador,  que por hacerse la más elegante y preciosa vestimenta, se enteró de su desnudez por la sinceridad de un niño que lo dijo delante del pueblo, que veía al impúdico y ridículo soberano, han pasado muchos años, sin embargo…


De los  tiempos de la música bárroca, de lo medieval del arte y la vida cortesana, se ha cambiado la percepción y la esencia del "buen príncipe", que en su más elemental significado transmite el sentido de primero, el que es la cabeza.


Aquél emperador de la fábula, sorprendido en su buena fé por el sastre bribón que hilaba sedas invisibles , ligeras para que el soberano no pasase calor, fue expuesto a la vergüenza pública por el niño que dijo: «¡Pero si va desnudo!»


Los “príncipes” de hoy al contrario del ingenuo emperador de la fábula,  disfrutan exhibir lo peor de sus miserias, para ganar adeptos en un mundo que parece haber elegido las verdades de sus sesgadas redes sociales a la indagación mínima, sobre la posibilidad de imaginar de lejos que el otro pudiera tener la razón.


Se es o no se es. Todo requiere que se tome partido. Real o Barca , Millos o Nacional, capitalista o progresista, las posiciones intermedias no van, lo ecléctico desapareció.


Lo grave es que las redes sociales construyen una realidad en base a las preferencias y los “me gusta" que vas dejando inocentemente en Instagram (o TikTok o FB) , dejan una huella “digital” sobre cada persona. Se construye así una ventana sesgada y diseñada para cada quien.


Eso ratifica creencias individuales basadas en lo que la persona “cree que debe creer” pues es lo que lo hace socialmente viable, en un mundo donde priva el reconocimiento a cualquier precio, sobre todas las cosas. 


Allí nacieron los nuevos influencers, los que necesitan caminar al borde de un rascacielos y allí bailar reggaeton, con una patineta en Indonesia. Algunos perdieron su vida así.


Una realidad que mantiene atada a las personas a unas ideas que no se parecen a la realidad de ellas, pero se construye quizás por algún “me gusta” que tuvo buena acogida y que obligó a esa persona a tomar partido por algo en lo que no cree, pero el ridículo social, el “orgullo digital” le impide tomar una posición diferente.


Los medios sociales por su parte hacen lo suyo con eso. Aparte de saber mucho sobre las personas, tienen manera de ideologizar y lo más grave: tienen los cables de las marionetas para hacer marchar a las personas por valores, y sobre todo antivalores, que están haciendo visibles heridas imposibles de suturar.


Se está llevando el perdón social a un terreno minado, dónde quizás le quede muy difícil extender su balsámico alivio a la consciencia colectiva. 


Y el mundo sigue, y sigue siendo hermoso. Solo que ahora esas ventanitas electrónicas de 6 pulgadas, que traen cosas magníficas, conocimiento, cultura, conversación, amor (es un vehículo maravilloso para unir), se han convertido en instrumentos que distorsionan nuestra capacidad para elegir.


Lo más increíble,  nos convencen de que estamos eligiendo. Y es posible que sí. Pero las alternativas de elección son terribles y aún así tenemos que tomar decisiones, muchas veces no ajustadas a nuestros valores.


Entonces nace el progresismo, la ideología de género, con mucha distancia con los valores bajo los cuales nos formamos . Y nos ven raro cuando nos oponemos en conciencia, a dejarnos influir con ideas distintas a que hay solo dos sexos -viva la diferencia- y que no es como te percibas, sino como la rifa genética eligió maravillosamente para ti una sola sexualidad, de dos únicas posibles.  


La presión de la media ya me obliga a pensar las maneras de escribir y dirigirme a las personas, y en un momento dado me hace sentir mal y cuestionarme si será que ya estoy “out of context” pero me acuerdo de cómo la historia ha sido posible y “se me pasa”.


Somos producto de amores de hombres y mujeres con valores y deseos de hacer el legado de lo que somos hoy en día: orgullosos herederos de Adán y Eva, con manzana y todo. 


Esta forma de navegar, ahora no vivimos, ahora navegamos en red, ha traído esta sarta de “príncipes chimbos” que desnudan parte de su ser para crear diatribas en las que saben que pueden conquistar adeptos y adictos a oponerse a lo que sea, con o sin razón. 


Desconocen lo evidente, para aplaudir a un rey tuerto, “diferente” y sobre todo nefasto, hasta para garantizar la propagación de nuestra especie , que a pesar de todos sus errores, pudo constituirse como dueña  “pro tempore” de la creación que Dios nos prestó para disfrutar y ser felices.


Y es que ahora los emperadores se desnudan a propósito, solo porque saben que si el niño grita públicamente :“pero si va desnudo” el comentario va a conseguir doscientos mil “me gusta” y también conseguirá  otros doscientos mil “no me gusta” , pero el emperador sabe que los “no me gusta” que le dieron al comentario del niño, que solo dijo la verdad a la vista, ahora serán nuevos fanáticos del protagonista del cuento, y con eso se puede gobernar en la oscuridad. 


Es la cultura de la cancelación.


Por eso los pueblos tienen los gobiernos que les dan más “No me gusta” a su propia historia.


Es la nueva anticultura.







Cosas tenedes, Cid, que farán fablar las piedras.


Alfonso VI Rey


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