Un domingo, en la capilla de Santa Teresa ,asisti a una misa exequial, a las 11 de la mañana. Mientras esperaba el inicio, calculaba los deudos por el número de bancos ocupados de la iglesia y las exequias las clasificaba con tallas, de acuerdo al número de acompañantes a la despedida: S - 30 deudos, M - 60 , L - 90 pero ese domingo ocurrieron unas exequias XL…
Aquí hay la costumbre de traer una serenata con mariachis y cantar a la salida del difunto de la Iglesia : Amigo, El rey y otros clásicos del repertorio Guanajuato se incluyen en este ritual.
Ese domingo los mariachis tocaron recibiendo a Jaime Iván, así recuerdo el nombre del difunto. Fué recibido con temas distintos a los convencionales, pero ajustados al significativo momento.
La iglesia estaba totalmente concurrida y me llamó la atención la diversidad de las personas que acudieron a esa despedida. Razas, colores , edades , vestimentas: una variopinta asistencia.
Había carros de lujo y buses de pueblos cercanos de la sabana, estacionados en los alrededores de la iglesia.
Muchos niños corriendo por los pasillos. Se notaba que fue una oportunidad para el reencuentro de una familia grande. Saludos efusivos y abrazos más que sentidos.
Presidían las honras un par de abuelos, en sendas sillas de ruedas, ubicados al pie de la pomposa urna, en medio de la nave principal de la iglesia y ausentes de todo lo que sucedía esa mañana.
Algunas jóvenes se acercaban al abuelo, lejano al momento, lo abrazaban para la selfie de Instagram, miraban el resultado de la imagen. Si era de su gusto se separaban de él, de lo contrario tomaban aire de nuevo, para posar al lado de la abuela y probar suerte con ella y con otro filtro.
Seguía llegando gente, mucha gente y pocas lágrimas. Y se vivía un sentimiento. Era extraño todo.
La misa transcurría y parecía más una fiesta a medio volumen, que lo recogido que el momento exigía y debería significar para la familia y otros dolientes.
Algo que si distinguía la celebración, y hay que decirlo, fué la calidad de las canciones y el sentimiento con el que se interpretaron.
Las familias se tomaban fotos en medio de la celebración de la liturgia. No existía la más mínima consideración y respeto por el sagrado recinto.
Sentí una inmensa curiosidad por saber algo más de aquel personaje que se despedía ese día y que sin conocer, acompañaba su adiós.
Se dice que morimos como vivimos, por eso quise saber un poco más, pero no podía preguntar a nadie. Todos parecían sumidos más en sus redes y en sus fotos que en el momento aciago de la muerte del pariente saliente del campo terreno y confuso de la vida.
La misa transcurría y los nervios del padre Madero eran evidentes, la situación se le estaba saliendo de control. Abrevió su siempre sabia enseñanza, esperando conducir a buen término aquella extraña celebración.
El cura Madero una vez contó, que algún doliente alicorado, se presentó a una despedida con una botella de licor y abrió la urna para abrazar a su compañero y compartir “un guaro” , en medio del dolor de la familia.
De allí sus nervios me imagino, por lo raro de ese día.
Terminada la misa, otro grupo de mariachis, esta vez solemnes y tristes, entró por la puerta de la iglesia, llevaban en su procesión un sombrero nuevo de mariachi con bordados dorados, que con calma de alma partida y profundo dolor, colocaron sobre la caja de madera destinada a vestir el viaje final de Jaime Iván, mientras cantaron -en este orden- “Nadie es eterno en el mundo” y “Las Mañanitas”.
Bella contradicción para cantar adiós: muerte y vida. O el canto en verdadera secuencia a la fe que confesamos.
Al salir de la iglesia entendí todo, había asistido a las exequias de un mariachi.
Jaime Iván fue despedido en una fiesta, como fué su vida.
Ese domingo asistí al entierro de un mariachi.
Murió mi eternidad y estoy velándola.
César Vallejo, poeta peruano
“Entonces Jesús le dijo: —Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí vivirá, aunque muera; y todo el que vive y cree en mí no morirá jamás. ¿Crees esto?”
Juan 11, 25-26
Cada cuento es mejor que el anterior. Admiro tu capacidad de encadenar sucesos verdaderos con la fantasía.
ResponderBorrarEres un gran escritor!