Los Escarpines del Rey - Cuento




Carlos Uzcátegui Briceño

Bogotá 14 de Julio de 2023


Pasadas  las 11 de la noche, a la luz de la lámpara de aceite, la abuela seguía en su afán en terminar de tejer los escarpines para su bisnieto, sentía una gran emoción y aún no sabía nada de la historia que sus manos tejían con la lana de sus propias ovejas.


La memoria larga, teñida con lágrimas y miel, paseaba por su vista cansada a la media noche. 


Tenía mucho que contar y la emoción de conocer a su bisnieto menor, hacía que su sonrisa renaciera a la vida, como en sus años de esplendorosa belleza.


Cuánta vida, cuánta lucha, cuánta hambre y cuánto amor había sido necesario para llegar hasta allí.


Perseguida, angustiada, mil veces juzgada y muy cerca de haber sido lapidada, no comprendía con exactitud cual sería finalmente la misión, para que la vida larga y difícil en tantos momentos, la había llamado.


Miraba su pies, tersos y suaves aún, a pesar de los años. Los sentía amos del pasto y la hierba, sabía que aún no podían estar cansados del todo, después de tanto camino para recoger trigo y cebada en los campos, benditos del cielo por el agua y el sol. Faltaba más por segar.


Sentía el horno tibio encendido y el aroma dulce del pan aún seguía siendo su olor favorito. 


En tantos momentos difíciles ,hubiese sido su máximo anhelo sentirlo, en aquellas noches de ayuno sin fin, en su largo y abrupto camino.


Su corazón le permitió tomar siempre las mejores decisiones de vida. Escuchó en alma y cuerpo su cristalino corazón rebosante de afecto, cariño, empatía y solidaridad. 


Supo escuchar y eso la hizo grande. Amar fue su razón.


Nunca juzgó, siempre perdonó.


Su carisma y belleza natural eran reflejo puro y exclusivo de las almas elegidas. 


Su sonrisa perenne y su expresión inundada de paz, hacia  imposible sospechar su edad.


Cantaba a la vida, rezaba al amor, su casa de puertas abiertas fue comedor de esperanza a todos los peregrinos del camino, con hambre de afecto, sed de una palabra grata y carencia de buen pan con lentejas y cordero.


Esos escarpines que con tanto amor e ilusión esa noche estaba terminando de tejer, cambiarían la historia de ella o por lo menos eso le decía su corazón valiente, tierno y entregado al amor.


Cerca de la media noche, ya cansada de tejer los escarpines de lana cruda, bajo la luz de la lámpara de aceite, el ángel Gabriel aparece , se inclina ante la noble mujer, sin interrumpir su suave tejer, le dice : estás tejiendo escarpines para el rey que nacerá de tu descendencia, ese rey habrá de llamarse David y de su estirpe nacerá el Rey de reyes que cambiará la historia de los hombres de bien eternamente.


La impresión la desmayó, su recuerdo del acontecimiento no fué nítido para ella. El Ángel Gabriel la llevó a su cama, la bendijo y apagó la ahumada lámpara.


Antes de partir Gabriel, no pudo evitar sentir escurrir por sus celestiales mejillas, lágrimas enternecidas al ver la cantidad de amor, que había en aquellos escarpines casi terminados, tejidos en lana cruda a la luz de la lámpara de aceite.


Se llamaba Rut, la moabita que talló su nombre en la biblia y fue parte dulce y tierna, en la historia de Jesús, al ser elegida por Dios.


Yahvé vió todo el amor de ella, cuando Noemi su suegra, viuda y derrotada quiere regresar a su tierra y le insiste a Rut, viuda también, que se devuelva,que ella regresa sola a Belén, y Rut  pronuncia el más bello himno al amor que jamás se habrá escrito en la historia del mundo:


Rut le replicó : «No me obligues a dejarte yéndome lejos de ti, pues a donde tú vayas, iré yo; y donde tú vivas, viviré yo; tu pueblo será mi pueblo y tu Dios será mi Dios.

Donde tú mueras, allí también quiero morir y ser enterrada yo. Que el Señor me castigue como es debido si no es la muerte la que nos separe.»


Rut 1,16-17


Y así Dios eligió a Rut, para que fuese ella la primera ascendiente conocida del próximo milagro de amor, que vendría muchos años después y que iniciaría con el reinado de quien desafió a Goliat, amigo personal de Dios y elegido por Él, como su amada bisabuela, quien tejió los escarpines que aún se conservan llenos de vida en el palacio del Rey David, en una cajita humilde de madera y vidrio con esta inscripción :


El Señor es mi pastor, nada me falta: en verdes praderas me hace recostar. 

En memoria de mi bisabuela Rut, con amor

David













Relato imaginario sin rigor histórico.




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