El Último Concierto de Nikolay - Cuento






Bogotá 7 de Julio de 2023

Carlos Uzcátegui



Luego de aquella noche de excesos , Nikolay y Kylia dejaron el palacio del Zar para tomar su dirigible e iniciar su vuelo de regreso a Rubyzuela después de celebrar los 20 años del robo de la princesa Corinova.  


La noche estuvo colmada de lujos y abusos de las exquisiteces más sofisticadas del planeta durante su última visita al Zar. 


A decir verdad Nikolay sufría en estos eventos, el caviar  -la tierra salada esa- como él le llamaba, o el aroma de las trufas blancas eran de su total desagrado. 


Nikolay y Kylia eran los usurpadores de la corona de Rubyzuela, que por derecho real y genuino pertenecía a la princesa Corinova. La  hechizaron en la fiesta de sus quince años. 


Ya habían pasado 20 años desde aquella tarde gris, cuando ante la vista de todos los miembros del palacio real, durmieron a la princesa y luego fué escondida en el bosque de las anacondas rosadas. Ellas la custodiaron durante todo este tiempo.


Rubyzuela era una isla encantadora en la mitad de los cinco océanos. La llamaron así por la vida mágica que sus pobladores tuvieron desde que su historia fué conocida. 


Las hadas se aburrían allí pues los rubiés , la leche, las flores y la miel se daban a quienes miraban al cielo y daban gracias a Dios. 


Era tierra de gracia infinita, tranquila y tardes serenisimas.


Todos los pobladores reían y cantaban en su época de esplendor.  La discriminación de raza o color era ajena a su feliz plenitud. 


Había tuberías que llevaban dulce de leche y jalea de guayaba a las casas de sus habitantes. 


El clima obedecía al clamor de su gente , cuando la mayoría imploraba lluvia caía agua pura del cielo y cuando querían sol, este salía y abrazaba las almas buenas y alegres de los rubizolanos.


Los viajeros llegaron del lejano oriente en tapetes voladores raídos, y que arreglaban con hilos de oro para su vuelo de vuelta.  


Los venecianos fabricaron asientos de bronce para sus góndolas soñadas. 


Los pisanos fabricaron puntales de plata para su torre inclinada, todos los sueños fueron posibles.


El día que Nikolay y Kylia se robaron a la princesa Corinova, el cielo perdió su intenso azul, las flores olvidaron su aroma y el duende que regalaba sueños se quiso marchar lejos , donde los barcos ya no se podían ver.


Las abuelas aprendieron a usar whatsapp para sentir su sangre tierna y lejana. 


Los cementerios quedaron sin flores. Los enterradores quebraron.


Los pueblos rogaban por el regreso de sus vivos ausentes.


Después de muchos años, las anacondas rosadas que fueron encargadas de custodiar a la princesa, empezaron a sentir que todo cambió, incluso para ellas. Ya su vida era aburrida y hasta hambre empezaron a padecer. 


Así, la princesa Corinova que nunca se había desconectado de la gente que vivía en su añorada Rubyzuela, y que ella tanto quería, escapó. 


Siempre mantuvo a su lado, el espejo de luz que le contaba todo lo que pasaba fuera de su prisión y al salir fue a mostrarse en las calles donde la gente que ella amaba también la extrañaba. 


Su pueblo la  reconoció por su aro de paz impecable, su mirada clara y vivaz.  


La pasión por su tierra no se hizo esperar. 


Caminaba descalza para sentir el sabor de la vida en su tierra con alma y con textura de pan recién hecho.


Mientras tanto…


Nikolay antes de marchar a su encuentro con el Zar mandó a encerrar los sueños de la princesa . Sus temibles cortesanos le dijeron que podía marchar a su viaje tranquilo porque ni ella ni su gente podrían soñar de nuevo. 


La memoria de la princesa, plena de nubes azules fué neutralizada e inoculada con desesperanza absoluta y viral.


Con esa noticia se fué Nikolay en su dirigible blindado a encontrarse con el Zar, a celebrar que la isla sería de ellos por siempre. 


Concluído el festín , Nikolay y Kylia salieron del palacio del Zar, para regresar a Rubyzuela en su dirigible blindado. A las dos horas de vuelo fueron interceptados por un ejército de soldados ungidos y acompañados por ángeles, miembros todos de la corte del cielo. 


Ninguna corte terrena pudo con Nikolay y su conciencia: desteñida, perversa  y descontrolada.

 

En un instante la cara de sorna y burla del tirano reyezuelo se tornó en una oda al miedo sin límites. Siempre fué un convencido que su impunidad era infinita y que su poder sería como se pensó del Titanic : ni Dios podría hundirlo.


Los soldados solo le mostraron la imagen del día en que la princesa fue robada y puesta en custodia de las anacondas rosadas. Ese delito lo condenaría al “concierto eterno", le dijeron. 


En medio de su no tan ingenua ignorancia llegó a pensar que si su condena por ese delito se limitaba solo a eso, al concierto, bien habría valido la pena todo lo que había hecho en su vida maligna e  infame.


Así fué conducido a vivir su “propio concierto”. Permanecerá hasta el fin de sus días en el centro de un estadio gigante techado y sin luz natural . Encerrado en una caja de vidrio y rodeado de pantallas gigantes que a todo volumen repiten en “concierto infinito y rotativo” sus más sórdidas intervenciones públicas sin parar.


Sería su concierto de por vida. Comería por siempre caviar y trufas blancas vencidas con agua y sin pan.


La noticia se propagó en segundos. La princesa Corinova brillaba más allá de lo creíble a la vista de todos.


Las flores cantaban y regresaban los colores al mar infinito de la esperanza, a besar las arenas llenas de oro de la tierra bendita por Dios.


La música regresó, los cantantes que murieron resucitaron su melodía en la tierra de gracia. 


La luna y el sol convivieron en paz por meses para alumbrar el consuelo y la sonrisa del regreso de todos los que soñaron con ver este día.


Muchos fueron a ver a sus muertos, otros a limpiar los muebles leales al polvo de los años y a sus sueños que permanecieron allí, contando los días para que el calor del alma regresara y el olor a gente buena y sincera volviera a cantarle a la vida.


Las madres y abuelas hicieron un palco de cristal frente a los cinco océanos que rodean la isla, para recibir a los suyos y cantaban con los que estaban aquí y en el cielo, himnos de amor.


Agradecían por el renacer de las mariposas naranja que bailaban en el aire, con aroma a lavanda, haciendo dibujos que nadie entendía. 


Los padres y abuelos escribían con tinta indeleble en papiros de plata los nuevos recuerdos que contarían, para que la historia de la mágica tierra nunca fuera olvidada.


Se reescribía la historia en diferido, con la esperanza presente. Un canto a la vida.


La alegría y la luz de la princesa Corinova hizo posible los colores , las flores dulces y las ganas de renacer la cosecha interminable de las bendiciones sembradas en la extraña y bendecida tierra de gracia.


Nikolay siguió viviendo su último concierto…hasta el fin de los mares.


La tierra de gracia reencontró los caminos de flores de algodón , los sueños al amor de su mar terso, puro y de su aire tibio, amable, acogedor, inimaginable y perfecto .












No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará.


Gálatas 6,7







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