Un Canario Cantorum

 




Bogota, 22 de Julio de 2023

Carlos Uzcátegui


Papá amaba a los animales y a las aves en especial, la historia de este canario es real y mágica...



Hace años en un viaje a Bogotá papá llegó decidido a comprar un canario flauta. 


En un imperdonable desliz, su antiguo canario cantor y sin raza, se fugó a la libertad durante el cambio de agua y había de ser reemplazado.



Esa expedición fue inolvidable, pasó en los tiempos de la Bogotá fría y cubierta de neblina, donde las cervezas se vendían al clima y en las calles se respiraba un aroma mezcla a chocolate caliente con monóxido de carbono y pan de bono.



Para la búsqueda visitamos tiendas veterinarias, hospitales, oficinas de animales perdidos, escuelas de música, bomberos, ventas de instrumentos musicales . Fueron 27 días de intensa y denodada búsqueda para adquirir el preciado y exótico animal. 



Doce horas diarias, 27 días, casi 1200 horas hombre  fueron dedicadas con encomiable esfuerzo en la búsqueda del canario flauta que eventualmente alegraría  las apacibles mañanas de mi casa, bucólica y naranja.



Ocurrió dos días antes de regresar, cuando ya casi derrotados de la improductiva misión, de una tienda llamaron a la casa de mi hermano Javier, donde nos hospedamos,  para dar la impresionante , feliz ,emotiva y dichosa noticia que el éxotico animal con las dotes de tenor requeridas, ya estaba a disposición de la tienda de mascotas, en Chapinero, para que fuese adquirido por el obcecado y curioso solicitante.



Fuimos a ver al canario para que papá se asegurara de las codiciadas dotes artísticas de quien con toda seguridad sería parte de la casa .De aprobar su examen, sería trasladado a su nuevo hogar .



El canario, interpretó con la solemnidad requerida el himno de Colombia e interpretó cumbias y bambucos a la perfección. 



El vendedor apenado, le explicaba a papá que el Alma Llanera demandaría más tiempo para que el canario la aprendiera. Cosa que a papá no le importó, él amaba la música colombiana.



El canario superó con facilidad su examen de rigor en la tienda, se cerró el fichaje de la preciada mascota -literalmente- no fue una compra, fue un fichaje y el canario llegaría a la casa de Mérida. 


Allí ya estaba adecuada su jaula dorada, en el largo pasillo, frente a la habitación llena de tocadiscos, bafles, alicates y presidida por la alacena de libros secretos bajo llave de papá.



El canario viajó. 



Al parecer el accidentado paso por la frontera binacional, trastocó las habilidades del preciado animalito, que sin más, abandonó su rol de tenor y se convirtió en elegante más no buscado "mimo" cachaco.



Las alarmas se encendieron. Los mariachis callaron.



Papá consultó el oráculo correspondiente. Familiares veterinarios, abogados y psiquiatras. Todos coincidieron en determinar que el viaje había causado la pérdida temporal del recuerdo musical de la preciada mascota.



Solución: el canario flauta bogotano, debería reaprender su arte innato y habría de buscarse un curso de canto para que el Marcel Marceau plumado de amarillo, que vivía en la casa, no se marchara sin su música a otra parte.



La alerta no se hizo esperar, todos los hermanos y parientes que viajaran a cualquier parte del mundo, fueron requeridos para localizar y traer a la brevedad el que sería, el inapreciable curso de canto para el enmudecido canario.

  


Alguien, trajo el álbum de lecciones de canto para canarios, que compró en algún lugar del planeta, nunca supe su origen. 



Recuerdo la carátula del disco  “Singing  lessons for your canary - Level 1” y la foto de un canario flauta con su pecho henchido.



Fué el inicio de la pesadilla que habría de trastocar para siempre nuestra inesperada cordura.



Papá madrugador como la gente recia de la época, se levantaba a las 6:00 AM y exactamente a las 6:45 minutos de cada mañana, colocaba sobre el pasillo un bafle de 200 Watts donde sonaban las melodiosas y repetitivas notas del curso de canto nivel 1 para canarios, frente a su ventana, donde moraba el canario aprendiz. 



Entre las 6:00 AM y las 6:45 AM, por precisas indicaciones de mamá, tocaba fumigar contra las moscas danzarinas de la casa, con una motobomba espaldera sin exhosto y con la bujía a media vida, cuya tísica serenata de motor , decoraba con tóxicos vapores azules ahumados, su infernal sonido. 



Esto sucedía con milimétrica y sincronizada precisión, justo antes a la lección de canto del enmudecido canario.



Muy poco aprovechado en sus clases, otros personajes del entorno íntimo empezaron a sentir cierto cansancio de la ruidosa y "melodiosa" manera de amanecer en la casa. 


Simultáneamente, en el garaje nacían 127 patos blancos al día, y todos graznaban en alineado coro y que eran incubados artificialmente en casa, con intención de controlar la faraónica plaga de moscas danzarinas del Nilo, que hacían aún más intolerable y tóxico el raro ecosistema. 


La locura. 


La escasa armonía del ecosistema duró hasta que una tarde, papá degustando un cigarrillo y tomando café , en el pasillo al frente de la casa, contemplando el sol de los venados sobre la montaña del frente con perfil de indio acostado, cuando Lorenzo le trajo un costoso obsequio.



Lorenzo, el sabio gato de la casa, único personaje sensato y exigente, agotado del enrarecido ambiente, traía victorioso en sus fauces el cadáver del canario flauta bogotano, que esa tarde definitivamente “marchó sin su música a otra parte”.



Murió trágicamente, sin nunca poder retomar ni su musa ni su arte.



Nadié lloró al canario, ausente de su música, pérdida en algún lugar de la frontera.



Fué el último canario de la zaga de criaturas extravagantes que acompañaron mi juventud.



Luego supimos que el vendedor del canario flauta de papá, se convirtió en un famoso y reconocido ventrílocuo.



Papá encendió otro cigarrillo en su mecedora y se reía de su extraña manera de escribir memorias al viento. 



























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