Un paseo por Castilla - Recuerdo



Carlos Uzcátegui

Bogotá 25 de mayo de 2023


Una tarde paseaba por Castilla La Mancha, empecé a escuchar el sonido de barricas de vino y las copas en la vieja venta del camino, olía a jabugo y a pan con queso manchego. Se sentían densas polvaredas y el aroma a caballo cansado, abrevando la vida.


Fué un viaje de esos donde la poesía  vestía de caballero andante, las pinturas del renacimiento cobraban vida ante los relatos de dos creadores de historias y mundos. Preciosos momentos, añejos y con sonidos reales de un legado que aprendí a amar.


Recorrer los caminos de Extremadura o de Andalucía es un sueño en 4D si vas escuchando el polvo del camino de bocas ceñidas e irreverentes con el pasado que nos hizo realidad. Estaba compartiendo el camino a visitar a Dulcinea del Toboso con mi hermano Javier y mi tío Germán.


Fue hace unas décadas y aún tengo vivo el relato de Germán narrando en tiempo presente, la noche en la que Boabdil abandonaba el sueño de Granada y se sentía su llanto, se escuchaban sus lágrimas cayendo en los rosetones de arcilla, mientras Aixa La Horra, amargada y llena de reclamos, apuraba la salida por la estrecha ventana de sus más valiosos tesoros y recuerdos.


Salir a esas aventuras de España,  era emocionante, estamos hablando de dos seres con una cultura y un conocimiento de la historia que la pudieran haber reescrito. 


Cada visita era una aventura en el paso del tiempo, meticulosamente e intencionalmente preparada. Tenía sentido y secuencia perfecta.

 

La temática del paseo del día siguiente empezaba con la discusión del testimonio histórico que se iba a visitar, bien fuera el Palacio Real o el El Pardo. Eso obligaba ( Sin Google ) a buscar información inmediata sobre el tema, si no quería estar perdido en el conversatorio de los parientes ilustrados.


Y así se llegaba a cada recorrido. Claro que antes de salir, al desayuno, ya se discutía sobre la nómina de ilustres egresados de Salamanca, o sobre los reyes que cumplieron con la nobleza y la casta legítima para reposar con derecho pleno en El Escorial.


La información era exacta,  en discusiones puntuales entre ellos, con alguna sombra de duda, habría de recurrirse a fuentes precisas. Mi tío Germán recitaba la página, el párrafo y la editorial que produjo tal o cual libro y quien lo dijo y bajo qué circunstancias se escribió.


Marina, esposa de mi tío, ponía límites y flores a los caminos sensatos de Sancho, marcaba prudencia y belleza en el inolvidable recorrido. Hermosa y noble compañera de una historia con sentido como la de Germán.


Mi tío Germán hizo pasar penas a guías turísticos de algunos museos. Recuerdo que en una visita a El Pardo ,no abierta al público, Javier consiguió un permiso especial de acceso, Germán le preguntó al guía por una obra que debería estar en el despacho de Franco. El guía quedó mudo y no supo responder. Mi tío le contó el paradero y el restaurador.


Una vez íbamos al Monasterio de Yuste, donde reposó el Emperador Carlos V sus últimos días. Hicimos una parada en la carretera, entramos a tomar café y una cerveza. Javier y Germán hablaban con tono fuerte. Era un sitio muy pequeño. Un viejo agricultor, quizás era un pastor se acercó a la barra y nos dijo: “No escuchaba hablar un castellano tan puro y verdadero desde que murió mi abuela” . Comentario que causó de  inmediato una gran celebración. 


Vivencias a través del verbo de narradores entregados a hacer revivir el pasado. 


En Segovia sufrimos en carne propia la soledad, la angustia y sentimos la humedad de las lágrimas de Isabel Princesa de Asturias, en nuestras manos, viviendo su lucha por continuar su compromiso con la historia, al que se sabía llamada y había aceptado, sin imaginar su destino de gloria y penar.


Ese viaje me permitió entender cómo pensaba Isabel ya de Reina, cómo eran sus conversaciones con el Inquisidor o con el Descubridor. Respirar el aroma de los vinos que tomaba Fernando el Católico, siendo infiel a la Soberana, en tardes de llanto moro en Granada. 


Me hizo admirar a Ortega y Gasset, amar la lectura, comprender que la muerte es el inicio de la presencia en la memoria universal, de los que con sus manos, torcieron el rumbo de la historia sin conformarse con la inexorabilidad.


Ese viaje me hizo amar a España y su importancia en la humanidad que renació en 1492. 


También logró que desarrollara una amistad cómplice y hermosa con mi tío Germán.


Tengo muchos recuerdos de ese viaje. Recorrimos caminos de gloria, saber y dolor, causados por todos los interesados en hacer presencia en la foto última del juicio final y ser protagonistas de la felicidad de un mundo recién nacido al conocimiento.


Sentido de trascendencia universal.




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Hoy tengo un recuerdo especial de mi tío Germán. Un mes antes de partir, un viernes como a las 5 de la tarde, yo estaba saliendo de la obra que estaba por concluirse (C.C. Plaza Las Américas en Mérida)  y él estaba viendo el “noble edificio” como solía decirle. Su piel estaba un poco manchada y percibí su mirada lejana en la sierra de La Culata. El cansancio - si lo tenía- casi ni se percibía en su manera de andar.


Iba con cierta frecuencia a visitar la obra y conversábamos . Tío un café le pregunté y me repondió:  “No gracias, voy a recoger a Marina. Este centro comercial  va a ser una chivatería, cuidese de los muérganos, hay muchos”  . Elocuente. Seguimos caminando y lo acompañé a su carro. Nos abrazamos. Fue la última vez que lo ví en pié.


Germán a mi manera de percibir fué un Alonso Quijano ilustrado. Construyó su grandeza asumiendo personajes que le dieron sentido a su vida y a su obra. Tanto física en su gestión política, como literaria reflejados en su pródigioso discurso, en sus acertadas columnas de prensa y artículos académicos.


Se marchó lleno de familia, historia y cultura. Hizo las cosas bien hechas.


Una vida con Lindero. (*)







Porque tuve hambre, y me disteis de comer.

Mateo 25,35

(Citado por el ex-candidato presidencial venezolano ,Eduado Fernández en las honras de mi tio Germán Briceño)



En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor.


Miguel de Cervantes





Gracias Javier por las experiencias de vida.

(*) Columna semanal que escrbío para el diario Frontera

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