¿ Tienes una buena amistad ? - Historia real



Bogotá 20 de mayo de 2023

Carlos Uzcátegui 


Cuando íbamos en nuestros viajes de infancia a Cúcuta , había una visita obligatoria que papá hacía, larga como todas, pero no fué sino después de muchos años que comprendí el sentido de la visita, el valor de la amistad y el sentido del agradecimiento.


Sobre la Calle 10 de Cúcuta se encuentra ubicado el Almacén La Pirámide, negocio de tradición, fué una sastrería durante muchos años. Estaba a cargo de su propietario : Don Enoc Luna .


Enoc era una persona de corta estatura, liberal, siempre sonriente, con bigote tipo Gaitán, pelo totalmente blanco e impecablemente vestido con pantalón de casimir y guayabera blanca, manga larga, confeccionada en lino belga e inconfundible aroma a Jean Marie Farina. 



Miembro del prestigioso Club de Tenis y residente del Barrio Blanco de Cúcuta. Era un comerciante próspero, respetado y reconocido.


Mientras viví en Cúcuta tuve mi oficina muy cerca de su almacén y de tanto en tanto entraba a saludarlo.

 

Bien informado siempre, con El Tiempo y La Opinión  (*), con los que llegaba bajo el brazo, caminando todos los días a abrir su negocio ,estaba al tanto del acontecer político colombiano y era asiduo televidente de la TV venezolana. 


En todas sus conversaciones  hablaba de Venezuela y yo lo entendía por la influencia del vecino en el desarrollo de Cúcuta. No sabía su razón de fondo.


Una tarde de mucho sol y pocos clientes le pregunté a Enoc, cómo había conocido a papá. Me hizo pasar a su oficina y me narró la historia de una amistad de esas tejidas por la mano de Dios. 


Me contó que por los años finales de la república liberal,en su Bucaramanga natal conoció a una dama que atrapó todo su interés y amor. Se enamoró perdidamente de ella. En una tarde bonita de la Ciudad Bonita, en un descuidado descontrol hormonal de ambos, Enoc mancilló la honra de su preciada y flamante novia.


El papá de la mancillada criatura, como buen santandereano (de carácter muy fuerte) conminó a Enoc a resarcir el maltrato al honor de su apellido por el daño causado a su hija, a lo que Enoc se negó a sabiendas claro, que no hubo consecuencias biológicas de aquél fugaz y plenamente consumado encuentro de pasión.


Es así como, aconsejado por su mamá huye a Cúcuta y empieza a buscar futuro en la Perla del Oriente. A los pocos días de haber llegado a trabajar en el mercado cargando verdura, su jefe le dijo que lo estaba buscando un señor bumangués, con arma al cinto y muy enojado con él. Le recomendó que se marchara a Venezuela. 


Viajó en el Gran Ferrocarril del Táchira, cruzó el Puente Unión, por Puerto Santander. Había café y país a los dos lados de la frontera. 


Llega a Venezuela, a Barquisimeto, allí sobrevivió haciendo varias tareas relacionadas al comercio ,hasta que un laboratorio farmacéutico lo contrata como visitador de farmacias para la zona andina . Papá era regente de la Botica Moderna en Mérida .(Corazón de Los Andes venezolanos)


En la Botica se conocieron y mantuvieron una relación comercial durante los años que Enoc vivió en Venezuela. Mucho tiempo después, regresó a Cúcuta e hizo su vida allí. 


Me sorprendió mucho verlo llegar a la semana de haber fallecido papá . Vino Don Enoc con su esposa a la casa a darle el pésame a mamá , en 1988. 


Nadie sabía nada de lo que ahora les voy a contar.


Esta conversación que hoy les cuento con Don Enoc ocurre treinta años después. 


Seguimos conversando, saca de su escritorio una botella de Brandy Napoleón y sirve dos copas, con los ojos aguados me sigue contando:  Mijo, me dice,  yo tengo una hija que es graduada de médico de la universidad de Mérida (ULA) gracias a Don Enrique. Su papá pagaba todo, su habitación, sus libros y su manutención completa y cada agosto cuando Ustedes venían a Cúcuta, pasábamos a esta misma oficina a compartir un brandy mientras me pasaba la relación de los gastos causados por mi hija en Mérida. Sin intereses ni nada. Yo nunca tendré como agradecerle a Don Enrique su confianza y su ayuda, concluyó.


Me quedé en silencio y recordé aquellas interminables tardes, mientras esperabamos la salida del humo blanco de aquel "cónclave" en el Almacen La Pirámide. 


De esa historia me enteré por boca del protagonista, mamá nunca lo supo. Yo tuve la oportunidad de contárselo.


Hoy veo esa historia en perspectiva y siento que hay allí, el relato de la vida de una amistad genuina y desinteresada. Que el amor y la solidaridad humana despiertan lazos indisolubles, que traen cosas buenas .


Pasar por la vida de alguien dejando una impronta, un recuerdo de cambio, es el mensaje de este cuento y el sentido del paso por este camino.


Eso puede cambiar la historia con la que dormiremos por siempre.


No se si aún esté vivo Don Enoc Luna, siempre que conversábamos le brillaban sus ojos, la última vez que lo vi ya mamá había partido y me preguntó por ella yo le dije: “Está con una gripe pero en el próximo viaje la va a ver” . Seguramente ya la esté viendo.







El que niega la compasión al prójimo desecha el temor del Omnipotente.


Job 6:14





Recuerdo que juntos pasamos muy duros momentos.

Y tú no cambiaste por fuertes que fueran los vientos.

Es tu corazón una casa de puertas abiertas.

Tú eres realmente el más cierto en horas inciertas.


Roberto Carlos





(*) El Tiempo y La Opinión prensa impresa de circulación nacional y regional respectivamente.  



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