Los Ramos de María




Bogotá 12 de Mayo de 2023


Carlos Uzcátegui


Habían pasado quince años desde aquella tarde gris que habría de traer tanta gloria. María aún percibía como si fuera aquel día los sonidos del martirio, sus manos recordaban el ambiente pegajoso, el olor a vinagre y la opacidad del cielo a las tres de la tarde.


Ya habían pasado varios años desde su partida de Nazaret para vivir en Efeso. Su casa tenía jardines florales y granadas brillantes, jugosas. Como mujer atendía su hogar y aún tenía tiempo para predicar y ser testimonio de la divina heredad para la que fue llamada.


Ese año, esa víspera de pascua tenía un toque diferente. Su vivencia en el amor le permitió intuir la llegada de sus hijos a la casa, si la llegada de los doce . Sin que nadie le avisara, hizo los arreglos necesarios para recibir a esos hijos, dispersos por el mundo cumpliendo la misión para la que se habían preparado por mandato de Jesús, aquel imborrable año 33.


Cuidaba todos los detalles, siempre fué perfecta e impecable en el ejercicio de su vida y en el hacer de su casa. Sencilla como su origen, tenía un patio con frutos de la tierra y flores para adornar su entorno. Las flores nacían y crecían sin cuidado alguno por parte de ella o de Juan , eran su derecho por ser Bendita entre todas las mujeres y los Ángeles del cielo cuidaban y cultivaban sus flores.


Pedro, Tomás, Felipe, Pablo, todos empezaron a viajar desde donde se encontraban predicando, para la última cita terrenal con su Madre . Venían de Francia, de España, de Roma o de la India como Tomás. Un encuentro convocado a través de los Ángeles.


Cuando los primeros Apóstoles llegaron, empezaron a conversar con ella y a recordar los momentos de gloria que vivieron. Recordaron entre risas y lágrimas, el milagro de las Bodas de Canaán y le preguntaron si fue por pena ante los dueños de casa que le pidió a Jesús aquel milagro, eran doce comensales inesperados para la fiesta. Ella con amor les respondió que era lo que estaba escrito y ella así lo hizo.


Recordaron la triste tarde de aquel viernes hacía quince años. Por un momento el dolor se adueñó del ambiente.


Todos ellos sabían lo que en pocas horas habría de suceder, no entendían si era exactamente la muerte lo que sobrevendrá sobre María o como sería el llamado de su Hijo en esta ocasión.


Conteniendo sus lágrimas le decían que en casi todas partes del mundo conocido, ella tenía muchos creyentes, que se sentían sus hijos con ansías de pedir su bendición, su protección y su intercesión, pero ellos no sabían qué decirles.


No se imaginaban como iba a poder ella con tantos favores, siendo que con ellos doce, pensaban que su amor y deseos de ayudar, estaba saturada la capacidad de amar y servir de María. 


No acababan de entender el milagro de María. Ella sonreía en paz y amor. Les decía: el Señor ya lo tiene previsto, todos serán mis hijas e hijos, todos los bautizados en nuestra fé, intercederé y haré grandes obras en ellos. 


Se fue pasando el tiempo y la hora en la que María, madre de Dios, habría de culminar su presencia corporal en la tierra se acercaba. Todos ellos oraban a su lado. Se fue metiendo la noche y cerca de las once, cerró sus ojos víctima de amor. 


Se miraron con dolor,  y a pesar de estar alegres por saber que ya estaba con su Hijo, su condición humana les hizo llorar.


Juan se quedó al lado de ella viendo su rostro inmaculado resplandecer y sintiendo aroma de nardos y jazmines en la habitación. Como era deseo de Ella, quiso ser sepultada como su Hijo, envuelta con manto de lino. Con su traje celeste y blanco y cinturón azul, tal como estaba vestida la noche anterior. Así la llevaron a su tumba.


Dos días después llega Tomás de su largo recorrido desde la India. Sus hermanos le contaron cómo fué de bella y sobrecogedora la partida de su madre María. Él, ahora sí con toda su fé intacta y acrecentada, les pidió que lo llevaran a verla por última vez al sepulcro.


Después de caminar hasta donde se encontraba sepultada, deslizaron la pesada roca que cerraba el sepulcro. Cuán inmensa y maravillosa fué la sorpresa al ver el lugar cubierto de ramos de flores hermosas que jamás habían visto , con aromas que tampoco habían percibido nunca y sin el cuerpo de la Virgen María. 


Comprendieron que ella fué Asunta al Cielo y que su Hijo vino a recogerla. "Salve María" empezaron a entonar y cayeron de rodillas a agradecer lo que estaban viviendo,


En medio de la emoción y el sentimiento, los apóstoles notaron que los ramos de flores que colmaban el santo recinto, tenía cada uno un nombre bordado en letras doradas sobre cintas blancas muy brillantes, con palabras y nombres que no entendían, eran muchos ramos y se leían palabras extrañas para ellos:


-Fátima

-Lourdes

-Guadalupe

-Coromoto

-Chiquinquirá

-Las Mercedes

-Divina Pastora

-San Juan de Los Lagos

-La Caridad de El Cobre

-El Rocio

-Nuestra Señora de Luján

-Perpetuo Socorro

-Santo Remedio

-Auxiliadora

-El Carmen 

-Las Nieves


El mismo día de su Asunción, con cintas marcadas con amor de oro, quedaron reveladas las distintas advocaciones como se presentaría a sus hijos peregrinos por la faz de la tierra.


Fué así como la Virgen María Madre de Dios calmó el temor de los apóstoles y les hizo saber que estaría siempre y en todas partes intercediendo ante Dios para calmar los dolores, los temores y obtener las bendiciones para sus hijos. Ese día entendieron lo que Ella les decía, sobre el plan de Dios para su Gloria.


Al levantarse, Tomás siente algo en el bolsillo de su túnica, era el cinturón de la Virgen María y un pedacito de la tela de su manto. Así nació el primer escapulario y de allí se derivaron las bendiciones y promesas que nos son dadas a todos a través de los milagros y la intercesión de Ella, Madre de Dios y Madre nuestra.




Salve María.








Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es Santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación.


Lc 1, 46-55




(Cuento imaginario , sin rigor bíblico o histórico)


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