Bogotá , 22 de Febrero de 2023 - Carlos Uzcátegui B Después de la resurrección de Lázaro, los tiempos difíciles apenas comenzaron para aquella familia predilecta de Jesús. Esa familia y muchos de los testigos de aquel portentoso milagro de Lázaro, representaban una amenaza para el sistema judío. Esa fe tenía que desterrarse a toda costa. Marta, María y Lázaro se vieron forzados al exilio. Expropiados de sus riquezas fueron echados al mar sin velas ni mecates para conducir aquel cascarón de bote, que funcionaba para pescadores en el tranquilo mar de Galilea, pero a todas luces inadecuado para entrar en el bravo mar mediterraneo. Su fe no tardó en ponerse a prueba nuevamente. Sólo había transcurrido un mes desde aquel día glorioso cuando Jesús resucitó a Lázaro, 15 días antes de que Él mismo venciera la muerte - recordarían los tres hermanos- unos años después en Marsella donde se encontraron por última vez, antes que Lázaro marchara a Chipre donde cumplió su ministerio como obispo de la naciente y eterna iglesia de Dios. Apenas habían echado, el bote a la mar donde viajaban los tres hermanos y otros testigos del milagro, cuando inició una tormenta terrible en la noche de aquella incierta navegación, en la que sin vela ni destino fueron embarcados. Ellos no esperaban más milagros, una resurrección es suficiente en la vida pensaba Lázaro. Marta y María se sentían con un llamado especial, aún sin saber ni dónde ni cómo, tenían la convicción de la fe que habrían de llevar a muchas personas. La vida de Marta fué pródiga en milagros, haber atendido a su entrañable amigo Jesús con tanta devoción y entrega, la hizo acreedora de la unción especial de hacer los milagros en vida para llevar con mayor contundencia, su mensaje y testimonio a la llama de fe que llegaba a las Galias. Marta habría de rememorar, además del día de la resurrección de Lázaro, aquella tarde en Marsella cuando reunidos los tres a mediados de la primavera, se sentaron en la fresca y colorida campiña mediterránea, a recordar su historia y agradecer por esa inexplicable predilección de su eterno y fiel amigo. Trajeron ese día, los recuerdos de su tierra Betania, escucharon el balido de las ovejas en plena trashumancia a Jerusalén, cuando salían de la casa en las tardes y se horneaba el pan y la luz roja del sol pintaba su casa natal, en aquellos atardeceres, presagiando milagros que aún no pasaban. Nunca las más inimaginables fantasías de niños les permitirían de lejos soñar con ese destino que su Dios, el amigo del Rey David, les tenía preparado. Se divertían escuchando la historia de la derrota de Goliat ,las aventuras de Daniel pero ni de lejos pensar en ese destino que cambiaría sus vidas. Cuando se vieron a lo lejos, María y Marta venían de Avignon, a unos 85 Km del Puerto de Marsella -donde habían llegado hace unos 7 años- el cielo se despejó y el sol detuvo su marcha de rutina, para permitir que este encuentro de amor, de la familia predilecta del cielo fuese más largo de lo usual. Cuando se sentaron con sus ojos colmados de lágrimas por la bendición del reencuentro y antes de abrir la cesta con pan, vino, pescado y ahora queso también, cerraron sus ojos y oraron, en ese momento los tres sienten nuevamante el olor a nardo, el perfume que María había usado aquella tarde de la cena en Betanía, sintieron los pasos del Señor en el crujir del césped donde estaban sentados. Lázaro escuchó el oído un susurro que le decía: perdóname por haber permitido tu muerte por tres días , era necesaria para que vivieras por siempre. Marta por su parte escuchó : Marta tu servicio apenas comienza, serás Santa y seguirás sirviendo a todos los que desconsolados y con fe imploran tu ayuda . María sintió el aliento de su amigo en sus manos y la bendijo por el amor sin límites a sus enseñanzas. Al culminar la oración, partieron el pan y tomaron el vino . Estaban impactados por la presencia íntima de Dios que cada uno pudo vivir en su corazón. Los tres lo vivieron y ese día entendieron el milagro de la santidad al que estaban llamados. Desde esa tarde, al momento de despedirse entendieron que siempre iban a estar en los altares de Dios haciendo sus obras y agradeciendo el eterno legado de la hermosa amistad que nació por el año 30, allá en Betanía, cerca de Jerusalén. Ya corría el año 40 y los milagros empezaron a ocurrir en las vidas, de los que creyeron con fe, en el testimonio de los hermanos de la familia elegida por Dios para ser testigos de la presencia de Él entre nosotros.
7. "Pero Jesús dijo: «Déjala, pues lo tenía reservado para el día de mi entierro.
8.A los pobres los tienen siempre con ustedes, pero a mí no me tendrán siempre.»"
Evangelio según San Juan, 12 - Bíblia Católica Online
Foto : Nidi - Pexels
Absolutamente sublime.
ResponderBorrarGracias por tan exquisita literatura.
Un tema tratado con la mayor sencillez pero con la profundidad y grandeza que lo merece .
Muchas gracias ! Éxitos