Las alas de la montaña
Bogotá , 17 de diciembre de 2022
Cuando las mañanas del páramo cantaban al sol, empezaba el amanecer de aquella Mérida, fría y tapada de neblina. Una Mérida lejana al ruido, apartada del mundo,segura en medio de sus montañas naranjas y azules.
Mérida fué refugio de sueños que hablaban italiano, alemán, húngaro, croata, gallego,árabe, catalán o vazco. Entendía todos los acentos del español. Nadie se fué nunca de Mérida con las manos vacías. Colmó de bienes y saberes a quienes creyeron en ella.
Casa de luz y puerta infinita al conocimiento, madre generosa, ha sido refugio de quienes se niegan a las sombras del saber: tiene una universidad en su vientre. Sin pedir nada a cambio, como buena madre, ha parido luces y talentos de talla universal.
Es distinto el azul de su cielo y la cultura de su gente. En Mérida puedes hablar en cualquier espacio y lo menos que consigues como interlocutor es un poeta con postgrado en Salamanca sacando cuentas de su sueldo de profesor y vida de bohemio, o un matemático con deseos de multiplicar claveles matizados y llevarlos a Londres en un Volkswagen con alas y sin techo.
Los personajes de sus calles trascendieron el país. Los pordioseros tenían alcurnia y nombre propio. Eran respetados como caballeros y se ha hablado de ellos en Paris.
Las historias de su historia generan crónicas que deleitan la imaginación de los que con sabor a magia, relatan la llegada de Bolívar en su travesía a la gloria, del perro Nevado o del entierro de las manos del tirano Lope de Aguirre en la Plaza Bolívar.
Mérida nos dió vida, nos educó , nos permitió descubrir el amor y la ilusión. Allí conocimos la dignidad de ser gente de bien.
Somos la ciudad de Los Caballeros y de ello se percatan los que llegan y los que nos conocen a medida que nos alejamos de las montañas aladas.
Somos orgullo de una cultura nacida en tierras andinas con ancestros y costumbres marcadoras de vida. Sabemos sembrar y cosechar en laderas.
Somos el sol de los venados, que despide a sus hijos vistiendo sus montañas de colores al atardecer de la espera.
Amamos el agua , la naturaleza , los árboles y todo lo que significa vida lo apreciamos con especial cuidado. Nacer en estas montañas exige respeto por todo lo que viene por gracia de Dios.
Vivir en Mérida también nos despertó la inmensa curiosidad de saber que pasaba más allá de La Vuelta de Lola y al otro lado de la Sierra Nevada y muchos nos atrevimos a salir de las calles de la niñez, seguras y tranquilas, y nos fuimos a recorrer mares sin haber aprendido a nadar. Mérida también nos enseñó a navegar sin conocer el mar.
Una ciudad tan especial que un invidente, compone canciones a la belleza de la mujer merideña con solo sentir la nobleza de su ser. Preciosas merideñas.
Una ciudad especial y espacial. Espacio para la vida, para aprender a ser y acrecentar el alma.
Para ver montañas cubiertas de poemas y luna, en amaneceres plenos de rocio, amor y sosiego.
Amable y privilegiada , elegida , fraternal y siempre querida.
Mérida y su gente son las alas de la montaña. Las que atendieron el capricho de Caribay y se tiñeron de blanco por siempre.
Carlos Uzcátegui
Bogotá 17 de Diciembre de 2022
Mateo 5:14-16
Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder. Ni se enciende una luz y se pone debajo de un almud, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en casa. Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.
Foto: pexels-javier-martinez-4618003
Extraordinaria y sentida descripción de la Mérida de siempre
ResponderBorrarGracias Mao, un gran abrazo.
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