Bogotá, 5 de Octubre de 2022
Carlos Uzcátegui B
Cuando abrió los ojos, el General Sanpedro vió el vidrio empañado. Después de llegar de la guerra había muerto sin darse cuenta.
José Tomás Sanpedro inundaba sus ojos de lágrimas cuando a su mente llegaba la imagen de su madre Adelfa, zurciendo sobre bombillos quemados, las medias de los niños del pueblo, para reunir el dinero necesario y poder enviarlo a la Escuela Militar.
Vivió y creció como un alumno brillante. Grado de Artillería e Ingeniería militar en Alemania, y Curso de Estado Mayor en Japón, ambos logrados con honores.
Su madre Adelfa, estaba orgullosa de él, pero el General José Tomás Sanpedro se sentía frustrado, no había participado jamás en una guerra real -ese era su sueño- para defender el honor de su patria.
Lo más parecido a una batalla con artillería que vivió mientras estuvo activo, fue disolver la manifestación de las bisabuelas del seguro social, que no habían recibido oportunamente las sillas de rueda para zurdas.
Y la segunda, al final de su carrera. Le correspondió dirigir la venta de aguacates del gobierno, en el mercado de su pueblo natal, usando una balanza trucada, colgada de la punta del cañón de un tanque de guerra abandonado. Se formaron desórdenes en la fila y tuvo que imponer un toque de queda temporal de pocos minutos, el cual ordenó.
Todo pasó rápidamente en su carrera y un día sin apenas darse cuenta, el General José Tomás Sanpedro ya estaba jubilado. Por las tardes en su retiro solía pasear por el Parque, recordando sus vivencias: el día que entró a la escuela militar, las noches de desvelo de su madre zurciendo medias de niños desconocidos encorvada y a media luz, la primera vez que besó la vida y la noche de trasnocho, cuando descubrió su maravillosa capacidad de vivir en mundos paralelos.
La descubrió leyendo un viejo libro de historia: Batallas que Impactaron al Mundo, su libro de cabecera que compartía estante de honor junto al Arte de la Guerra de Sun Tzu. La lectura lo transportó hacia una batalla que estaba siendo descrita con abundancia de detalles. Deseó con toda la fuerza de su frustrada imaginación, estar allí y en ese instante, se vió en el sitio con su uniforme de General , estando vivo, activo y presente en ese momento de la batalla que él mismo había elegido.
No era un sueño, era una vida paralela que se ubicaba en el tiempo y en la circunstancia que él deseara en lo sucesivo. Fue su gran descubrimiento. Le permitió recordar todo lo aprendido y vió la posibilidad de aplicarlo. Era el renacer de su sueño en una realidad dual y perfecta.
Se levantaba en las mañanas y decidía cuál de las dos vidas quería recorrer y grabar en su memoria primero, en tiempo real ese día. La otra también la vivía a conciencia, pero se grabaría en sus recuerdos al irse a descansar cada noche. Ambos recuerdos se juntaban y quedaban impresos en su memoria al momento de dormir.
Cuando su vida seleccionada era la del pacífico y modesto General retirado , todo fluia de manera tranquila y familiar. Cortaba flores en su jardín y paseaba a Lucky, su perro dálmata, noble y un tanto imprudente para cruzar la avenida que lo llevaba al parque.
Otros días dejaba en libertad de actuar, con plena autonomía su versión tímida y rutinaria - confiaba plenamente en él mismo- entonces, elegía ser el arriesgado y valiente militar de mil guerras.
Estaba presente, por elección propia en las batallas que su mente inquieta le llevaba a luchar en cualquier punto seleccionado de la historia. Escogía en sueños la batalla en la que quería participar, aprendía de memoria los datos más importantes de héroes reales, manchados de esa gloria indeleble que tiñe a los elegidos, con los que deseaba compartir el frente en los más importantes y recordados combates de la humanidad.
Estuvo presente en Waterloo, Lepanto, Constantinopla y Moscú. Vivió el desembarco de Normandía, entró a Troya sentado en el "vientre" del caballo, dirigió la Tormenta del Desierto en Bagdad. En todas combatió uniformado como su rango lo ameritaba y a la usanza del ejército vencedor, dando órdenes, liderando soldados y recibiendo los honores correspondientes al terminar cada guerra que vivía. No era un sueño.
Era una vida dual y real en sus dos ámbitos . Las dos vidas se fundían cada noche en su memoria, manteniendo vivos y plenos los recuerdos de ambas al día siguiente. Las recordaba a la vez. Recordaba en stereo se pudiera decir.
En épocas cuando se cansaba de la guerra elegida intencionalmente , abandonaba por un tiempo su ejercicio de militar activo -siguiendo presente en las batallas- y regresaba a su rutina, su familia, sus nietos y a su perro Lucky.
Le gustaba cocinar y beber un par de whiskys secos antes de almorzar, en su casa o en la de su amante, con la que compartía también su vida, desde hacía más de 40 años. Allá tenía nietos y un perro que pasear. Los nietos y los perros se llamaban igual en ambos hogares para evitar errores que pertubaran su serenidad.
Su vida era tranquila, tenía acuerdos de paz en su diario acontecer, nadie intervenía ni reclamaba su manera de actuar. Mientras estaba en su vida de guerrero y viajero del tiempo, su vida de General retirado transcurría con la misma cadencia.
Conservaba recuerdos y fotos con los héroes con los que hubo de compartir honores. La única derrota que sufrió fue en Waterloo, pero su admiración por Napoleón y su selfie con él bien valió la humillación de la derrota.
Podía ser parte viva y activa de la historia pero no la podía cambiar, era una condición que se había autoimpuesto. Su nombre se vió por algún tiempo inscrito en el Arco del Triunfo. Eso no menguaba su entusiasmo por seguir inmerso en su exclusiva experiencia.
Sabía que un día al tener tiempo, escribiría todas esas vivencias narradas en primera persona, y sería reconocido como el mas preciso historiador de batallas de todos los tiempos. Su testimonio sería el único contado por un por alguien que de verdad estaba allí, por tanto sería invaluable su aporte y su trascender a la inmortalidad estaba asegurado, y eso lo emocionaba.
“Solo una batalla más y me ocupo de escribir estas memorias” , pensaba al retomar a la rutina de su vida “apacible” de militar jubilado con dos casas, dos mujeres, dos perros y dos tandas de nietos.
Una noche regresando de Bagdad, tratando de retomar su cuerpo, estaba un poco frío, pero el cansancio le impidió percatarse de algo distinto a su deseo de dormir. En la madrugada, cuando abrió sus ojos se dió cuenta que había muerto en este lado de su vida, y que los recuerdos no contados ni escritos de sus vivencias duales, murieron con él, sin fotos ni historias compartidas.
Murió pasando la calle persiguiendo a Lucky, no supo nunca cómo fue el dolor de la partida. Sus recuerdos quedaron en la memoria del celular, abandonado y silente, en su bolsillo, para la eternidad.
Adelfa lo veía a traves del vidrio levemente empañado, inconsolable y sin culpas.
La mejor victoria es vencer sin combatir. ...
Sun Tzu
Bogotá 5 de Octubre de 2022
Carlos Uzcátegui B
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