Carlos Uzcátegui B
Bogotá 29 de Septiembre de 2022
El loro quedó mudo, cuando supo que el gobierno podría caer por su culpa.
Se llamaba Pericles y vivía en libertad. Volar los aires de la capital era su diversión favorita. Se paraba en las ventanas de los baños de las casas que elegía en las mañanas, porque el vapor del agua caliente calmaba el frío amanecer de la ciudad. Se duchaba a diario con vapores tibios y olorosos a jabón.
Pericles era casi omnipresente . Se posaba en la ventana de la ducha del dictador en el palacio de gobierno, con el mismo interés que podría hacerlo en cualquier otra ventana, donde saliera un poco de vapor para calentar su cuerpo rojiverde, emplumado y con frío.
El día de la independencia de ese año , salió a buscar sus anhelados vapores matutinos, como era su costumbre. Su primera parada fué en la ventana del baño del dictador y ese día escuchó algo distinto. El dictador feliz en su ducha cantaba a todo pulmón la ópera Carmen de Bizet; interpretaba en perfecto y pulcro francés, el recitativo más largo de la obra, haciendo memoria como su amor por ella, lo convirtió en el ladrón mayor de la libertad de Villa Bonanza, así se llamaba la ciudad adosada al cerro donde esto pasaba.
También ese mismo día , en la ducha respondió llamadas en perfecto inglés atendiendo a sus amigos que no entendían francés. Luego siguió tarareando la obertura de Carmen.
Pericles el loro, era culto y sabía muchos idiomas, pues se posaba en las ventanas de las casas de los embajadores también, quedó impactado y anonadado por la cultura del dictador. El monstruo con pelos en la boca que él siempre había escuchado, ensayando y repetitivo -como loro dicen- las mismas sandeces.
Pericles haciendo gala de su genética y habilidad natural, abrió vuelo sobre los escasos techos rojos que aún se veían en Villa Bonanza, un poco más gris que ayer, y en la que cada día nacían más casas muertas.
No podía comprender lo que acababa de escuchar . Su condición de loro le permitía discernir con absoluta claridad los más elementales patrones del pensamiento humano.
Pensaba para sí: son los humanos quienes repiten como humanos y no como los loros, como les han hecho creer. Pero lo de hoy rompía sus esquemas.
Voló con desesperación sobre la ciudad a buscar a su único y verdadero amigo, uno vestido de verde como él, que vivía al lado de la pequeña laguna rodeada de campos marchitos y casas sin alma.
Allí era su hogar. Allí Pericles degustaba lo más dulce de las frutas frescas y jugosas de su amado trópico y las delicias de la leche holandesa en polvo preparada, haciendo sopa con crocantes cruasanes franceses precocidos, importados, que su verdoso amo conseguía en una isla cercana.
Pericles jadeante y cansado se paró sobre su aro de oro macizo de 60 centímetros de diámetro y un dedo de grosor , que su amigo le había comprado en la subasta por internet, vía deep web,de los bienes confiscados a un derrocado gorila africano .
Fue en ese momento, casi sin poder respirar de la impresión que traía de ese vuelo que de un solo tiro había hecho hasta su casa, cuando empezó a decirle al General…”el dictador habla francés perfecto, el dictador habla francés perfecto” . La cara de espanto de su interlocutor no tenía parangón ni epíteto que la pudiera definir.
Al ver la actitud del General, su amo, comprendió que había traspasado todos los límites y que transitaba por una delgada capa de esperanza entre su plumaje y la vida. Al develar ese secreto de estado, no habría excusa que justificara la idiotez del dictador que lo mantenía en su trono. Sí entendía francés lo podía entender todo ¿Como no lo había pensado antes? Ya no habría justificación para mantener en el mando al lerdo que todos pensaban. Sería el fin.
Entonces su amigo, buscando empuñar su arma para tratar de acallar lo que sería el principio del final, hizo mucho ruido al agitar su cuerpo y sonaron las ciento cuatro chapitas que pendían en su pecho, el loro se puso alerta.
Pericles pensó en ese momento “este lorito e mobile” y salió en vuelo sin rumbo; el General empezó a dispararle y Pericles, oyendo el silbido de las balas que su amigo percutía rozar sus alas, voló más y más alto por los cielos de Villa Bonanza, buscando un nido seguro para allí meditar sobre su futuro.
Extrañando su leche importada con cruasanes, se fué de allí para siempre.
Foto de Brett Sayles: https://www.pexels.com/es-es/foto/foto-en-primer-plano-de-loro-verde-1040397/
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