A Harry nunca le llegará esa hora. El apenas comienza a recuperar el sueño perdido de tantos años. Ese que siempre recomendó ahorrar para otro momento: “Para dormir la eternidad”
Una sonrisa de Harry valía un cielo, una historia valía una noche. Como comienza a pasar la película de una vida. Una vida que cubría un alma vestida de guayabera con cuatro bolsillos. Un bolsillo para su gente, otro para sus recuerdos, uno muy importante para sus muertos con quienes se encuentra hoy, y uno especial que guardaba su Paper Mate y cubría su corazón de algodón por dentro.
Harry, Harry, Harry lo llamaba papá por radio. Mi niño le decía mamá… ¿Cuál de tus poemas quieres que te leamos hoy?
Te fuiste como cuando me iba a escondidas de tu casa, sin despedirnos. Sabía en esas noches, que si me iba a despedir no me dejabas ir, yo hubiese tratado de hacer lo mismo.
Dejaste un legado grande, una familia gigante y una huella inmensa de amor en muchas vidas. Eso merece un cielo para la eternidad…
Pasé noches guardando música para cuando te volviera a ver, canciones de Prato y Echevarría, bambucos y guabinas, tangos, Flores Negras, Espérame, el Gran Simón…estás en tanta música. Este sábado te la prometo, desde donde estás se debe oír mejor.
Nos quedó un pedacito de camino por andar así fuera de lejos, música por escuchar y piezas del D4 por montar.
Que viva el recuerdo, las noches, los amaneceres, tus cuentos, tus poemas, tus risas, tus hijos, tus historias, tu corazón, tus muertos, tu ser y ahora tu alma en el cielo
Estas vivo en el corazón de quienes fuimos bendecidos con tu presencia en “nuestro hastío”
Tu hermano
Carlos
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